Finlay
y el dia de la Medicina Americana
Si América fijara un día para rememorar la grandeza
de su medicina, para festejar la gloria de sus descubrimientos científicos,
ese día debiera ser, sin duda alguna, el 3 de diciembre.
Las religiones conmemoran el natalicio de sus profetas; la ciencia
debe celebrar el nacimiento de sus maestros. De la genial constelación
americana, Finlay es el refulgente sol, y el 3 de diciembre de 1833
respiró por vez primera, en el legendario Camagüey,
el hálito del vómito negro; la fatídica fiebre
amarilla, que arrasaba las vidas de los hombres como la tormenta
las espigas del trigal.
Media centuria después lanzaba a la faz del mundo su magistral
teoría "El mosquito considerado como agente de transmisión
de la fiebre amarilla" en la memorable sesión que
la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales
de La Habana celebrara en 14 de agosto de 1881. ¡Fecha trascendental!
Ese día no sólo vislumbró brillantes horizontes
la medicina tropical, sino que marcó nuevos derroteros a
la política americana. ¡Quizá Finlay, sin presumirlo,
unió las aguas del Pacífico y del Atlántico!...
Finlay no fue el empírico emitiendo una teoría más
menos ingeniosa, un postulado con cierta originalidad. Finlay genial,
sabio, clarividente, fue creador de una doctrina, de un verdadero
sistema que tenía que culminar en un resonante triunfo, porque
su edificación estaba sólidamente cimentada en los
fundamentos de la observación y de la experiencia.
Cuando Finlay lanzó su teoría recibió como
respuesta la burlona sonrisa de la incredulidad y los dardos ponzoñosos
de la envidia. Mas el hombre del mosquito como le llamaban irónicamente,
humilde y llano como la tierra que lo vio nacer, tenía una
constancia digna de un benedictino y, haciendo caso omiso de las
burlas que a diario recibiera, perseveró hora tras hora,
hasta lograr en el transcurso de los años ver demostrada
su teoría, aceptada su doctrina y su nombre merecidamente
en el pináculo de la gloria, porque "los nombres de
los sabios que son fama de la vida, se graban en los ámbitos
del cielo con buril de diamantes."
Ya no reían los incrédulos. Convencidos, respetaban
y admiraban al Maestro. Quedaron los detractores, sin embargo, laborando
arteramente para disminuir los astrales resplandores del médico
cubano. Los celos científicos crecen, se arraigan y "cuando
un hombre se levanta sobre todos los hombres de su época
-usando las frases vibrantes de Chao- van tras él los espíritus
mezquinos como suben tras el sol del invierno los vapores de la
tierra misma que ilumina, a empañar su brillantez."
Los años han pasado. Han disminuido los intereses que impulsaban
pasiones. El juicio sereno y la crítica severa han hecho
que el sol del finlaismo brille en todo su esplendor. Finlay
es la figura más sobresaliente de la medicina americana.
Su memoria debe ser venerada no sólo por nosotros, sino por
todos los habitantes del último rincón del Universo,
y su efigie en graníticos caracteres lapidada en el monumento
de la historia; pues gracias a los laboriosos trabajos de aquel
virtuoso anciano, la humanidad puede evitar el terrible flagelo
del vómito negro; la tétrica fiebre de Siam, a la
que los pueblos, inermes para combatirla, rendían constante
y mortífero tributo.
Repetimos, pues, que si en América se fijara un día
para conmemorar sus descubrimientos científicos, por unanimidad,
debiera elegir el 3 de diciembre, y entonces el próximo 1933
sería el centenario del nacimiento de Finlay y el nacimiento
del Día de la Medicina Americana.
Horacio Abascal
Fuente:
Abascal H. Finlay y el Día de la Medicina Americana [editorial].
Cron Med Quir Habana 1932;58(11):443-444.
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