El campamento Lazear
En el barrio Pogolotti hay un
pequeño parque pavimentado con un paredón de piedras
al fondo, donde se han colocado siete medallones de bronce con los
rostros y los nombres de Carlos J. Finlay
(1833-1915), Claudio Delgado (1843-1916), Leonard Wood (1860-1927),
Walter Reed (1851-1902), James Carroll (1854-1907), Jesse William
Lazear (1866-1900) y Arístides Agramonte (1868-1931)
respectivamente; además de dos placas, también de bronce,
en una de las cuales se relacionan 13 nombres bajo el encabezamiento
de "Estos cooperaron",
mientras la segunda consigna otros 12 nombres encabezados por la palabra
"Voluntarios".
Estas nueve inscripciones se grabaron en honor a los participantes
y a los que de algún modo tuvieron que ver en los estudios
realizados en ese lugar entre el 20 de noviembre de 1900 y el 7 de
febrero de 1901, con los cuales se confirmó el trascendental
descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla, anunciado
por el sabio cubano Carlos J. Finlay
Barrés desde 1881.
LA CONFIRMACION DE LOS POSTULADOS
DE FINLAY
La comisión estadounidense se reunió por primera vez
el 25 de junio de 1900 en las barracas de Columbia, Marianao, donde
entonces existía un brote epidémico de fiebre amarilla.
El primer acuerdo de sus integrantes fue la selección de
los médicos que le ayudarían. Según ese acuerdo,
los casos de fiebre amarilla en el centro de la ciudad de La Habana
serían atendidos por los médicos del hospital Las
Animas, cuya actividad se controlaría por una comisión
adjunta nombrada por el Departamento de Salubridad a la que se debían
enviar todos los sujetos sospechosos de padecer la enfermedad para
su diagnóstico.
Esta comisión adjunta, compuesta por los doctores Finlay,
Juan Guiteras Gener, Antonio Díaz Albertini y William C.
Gorgas, mantendría estrechos contactos con la comisión
de Reed. El examen de los casos de Marianao y del campamento de
Columbia, estarían a cargo de otra comisión adjunta,
integrada por los doctores Manuel Herrera Núñez, Nicasio
Silverio Armas y Eduardo Anglés, asistida por Jesse
W. Lazear y Roger Post Ames, del ejército norteamericano.
Bajo la influencia decisiva del doctor Reed, predominó como
punto de partida del estudio otra vez la comprobación de
la hipótesis del bacilo icteroides de Sanarelli, los resultados
los obtenidos en cuanto a este bacilo fueron 100% negativos.
En vista de ello, el 1ro. de agosto de 1900 el doctor Reed decidió
examinar la teoría sobre la transmisión de la fiebre
amarilla por el Culex mosquito, sostenida por Finlay desde 1881
y por ello lo visitó ese día en su domicilio de la
calle Aguacate No. 110, acompañado de los doctores Carroll
y Lazear.
En ocasión de la visita de Reed y sus colaboradores, Finlay
puso a disposición de ellos todos los datos acerca de sus
investigaciones, además de varios ejemplares y huevos de
la especie de mosquitos responsables de la fiebre amarilla, con
los que había inoculado hasta entonces a un total de 104
sujetos.
Después de discutirlo, la comisión acordó hacer
la prueba de campo para verificar la veracidad de la teoría
finalista. Reed tuvo una participación casi nula en ella,
pues al día siguiente de su visita a Finlay tuvo que viajar
a Washington para escribir un informe sobre fiebre tifoidea en el
ejército de ocupación norteamericana en Cuba. En su
ausencia Carroll se ocupó de investigar la flora intestinal
de los enfermos de fiebre amarilla; Agramonte asumió los
trabajos de anatomía patológica y bacteriología
y Lazear se encargó de obtener de los huevos entregados por
Finlay, los specimen, con los cuales la comisión realizó
sus primeras experiencias.
Lazear llevó los mosquitos que
crió al hospital Las Animas, donde hizo que picaran
a enfermos de fiebre amarilla. Estos mosquitos picaron luego a nueve
individuos sanos no inmunes, incluyéndose a él mismo,
pero la enfermedad no se produjo. El 27 de agosto se percató
de que uno de los mosquitos estaba muy débil. Carroll pensó
en la necesidad del insecto de alimentarse con sangre humana, por
lo que se expuso a su picada. Seis días más tarde
presentó ictericia y albuminuria, y su estado se diagnosticó
como de fiebre amarilla típica.
La enfermedad de Carroll hizo razonar
a Lazear que las inoculaciones anteriores se habían practicado
a pacientes en un estado en el que la fiebre amarilla no era transmisible.
Por ello decidió llevar a la práctica el procedimiento
aplicado antes por Finlay de que un mismo mosquito picara a diferentes
enfermos, antes de llenarse con la sangre de personas sanas.
Fue el soldado William H. Dean el primer voluntario sometido a la
inoculación experimental, realizada con resultados positivos
por Lazear y Agramonte para confirmar la teoría de Finlay.
En una carta que escribiera a su esposa el 8 de septiembre,
Lazear manifestó:
"...Creo que que estoy en la huella
del germen real, pero nada debe decirse todavía, ni lo más
mínimo. Yo no he hablado de esto con nadie".
El caso de Carroll no se consideró experimental; se expuso
a la picada del mosquito con el único fin de alimentarlo
con su sangre, pues él nunca creyó en la teoría
de Finlay.
En este sentido Agramonte escribió:
LA MUERTE DE LAZEAR
Después de obtener los resultados antes descritos con Carroll
y el soldado Dean, Lazear continuó sus investigaciones con
mosquitos contaminados en su afán de encontrar un germen
causante de la fiebre amarilla, a la vez que hacía los preparativos
necesarios para una nueva serie de inoculaciones con insectos "cargados",
pues se había percatado de que la solución del enigma
estaba en esos pasos.
Usualmente al mediodía, se dedicó a aplicar mosquitos
a los enfermos de fiebre amarilla internados en el hospital Las
Animas. El 13 de septiembre, mientras mantenía un tubo de
ensayo con un mosquito sobre el abdomen de un paciente, advirtió
cómo otro mosquito que volaba en el local se posó
en el dorso de su mano izquierda para llenarse con su sangre.
Su primer intento fue espantarlo; pero como el insecto comenzó
a chupar antes de que él lo hubiera evitado, decidió
dejarlo llenarse para después capturarlo y apresarlo en uno
de los tubos de ensayo donde guardaba y transportaba sus ejemplares.
Tampoco quería moverse por temor a molestar al mosquito con
el cual realizaba el experimento en ese momento; pero el otro que
lo había picado voló y no pudo atraparlo. Cinco días
después se manifestaron en él los primeros síntomas
de la fiebre amarilla; el 19 ingresó en la tienda No. 118
de la sala reservada a las víctimas de la enfermedad y el
25 falleció a las 8:45 p.m.
EL CAMPAMENTO LAZEAR
Consciente de que la comunidad científica exigiría
más pruebas que las resultantes de los casos positivos de
Carroll, Dean y Lazear, Reed solicitó al General Leonard
Wood, Gobernador General de Cuba, recursos para instalar una estación
experimental con el fin de realizar una serie de pruebas, antes
orientadas por Lazear, para demostrar de manera irrefutable la veracidad
de la teoría del mosquito como agente transmisor de la fiebre
amarilla.
El gobernador, quien también era médico, no sólo
accedió a la petición de Reed, sino apoyó además
el proyecto con toda su autoridad. Inclusive estableció primas
de 200 dólares para todos los voluntarios sobrevivientes
a los experimentos. En este sentido es justo hacer constar la actitud
de los soldados John Richard Kissinger y John Joseph Moran, quienes
hicieron rechazo del estímulo en metálico y se ofrecieron
a las pruebas sólo bajo la condición de que se considerara
su participación en ellas como un interés personal
de servir a la ciencia.
Por recomendación de Agramonte, Reed decidió ubicar
la estación experimental en la quinta San José, el
mismo lugar donde Finlay había encontrado desde 1883 en los
padres jesuitas a la mayoría de los voluntarios que se ofrecieron
a sus experiencias.
Este pedazo de tierra cubana, localizado en el barrio marianense
de Pogolotti, se bautizó por Reed y sus compañeros
de la comisión que presidía con el nombre de campamento
Lazear, en honor al héroe desaparecido. Allí
fue donde se rubricó, con pruebas concluyentes para el mundo
de la ciencia, que los trabajos de Finlay eran la mayor verdad científica
señalada hasta entonces.
En el campamento, constituido por siete casas de campaña
militares, se prestaron a las pruebas 21 soldados. Seis miembros
de las fuerzas estadounidenses y cuatro voluntarios españoles
se dejaron picar por mosquitos infectados.
Ellos fueron Levi Everett Folk, James Leonard Hanberry, John Richard
Kissinger, John Joseph Moran, Clyde Llewellyn West, Charles Gustav
Sonntag, Antonio Benigno, Nicanor Fernández, José
Martínez y Vicente Presedo.
El resto de los voluntarios se expusieron
a otros experimentos. El primero que contrajo la fiebre amarilla
fue Kissinger, después de someterse a las picadas de cinco
mosquitos infectados. A él le siguieron otros soldados, quienes
desarrollaron la enfermedad e igualmente sobrevivieron a ella.
Los resultados de estos primeros experimentos no dejaron lugar para
dudar que con las picadas del Culex mosquito se podían reproducir
a voluntad los ataques experimentales de fiebre amarilla. No obstante,
la comisión de Reed quiso determinar si el mal podía
o no transmitirse por otros medios de contagio, a cuyo efecto comenzó
otros ensayos, que al final resultaron concluyentes.
Para la realización de esta
segunda parte de las pruebas, se construyeron dos pequeñas
casetas de madera de 14 x 20 pies con dos minúsculas ventanas
cada una.
La primera de ellas se denominó
"caseta No. 1 o de los fómites", y a la
segunda se le dio el nombre de "caseta
No. 2 o del mosquito infectado". Los participantes en
los ensayos realizados en la caseta No. 1 fueron el doctor Robert
Page Cooke, Cirujano Jefe del cuerpo médico del ejército,
además de los soldados Edward Weatherwalks, James Hildebrand,
Thomas Marcus England, Warren Gadsen Jernegan, Folk y Hanberry;
estos dos últimos también sometidos a las pruebas
basadas en las picadas de los mosquitos.
En la habitación, donde se instaló una estufa a temperatura
tropical, se ubicaron tres catres y se introdujeron las sucias y
mal olientes pertenencias (sobre todo ropa de uso personal y de
cama) de las víctimas de la fiebre
amarilla.
Durante varios días, tanto el doctor Cooke como los seis
soldados que le acompañaron en ese sofocante salón,
colgaron en las paredes muchas de las
repelentes prendas y trataron de dormir sobre las almohadas y sábanas
embarradas de sangre y vómitos de los enfermos. Con
los estómagos revueltos, pero con sus espíritus firmes,
estos voluntarios pasaron la prueba, sin que ninguno
llegara a contraer la fiebre amarilla, simplemente porque
no había mosquitos en la habitación. Así se
desestimó la posibilidad de que los fómites portaban
la enfermedad y de paso se obtuvo otra prueba de lo desacertado
de la teoría de Sanarelli.
Por su parte, la caseta No. 2 se dividió
en dos partes separadas por una tela metálica fina.
En un lado, el soldado Moran permaneció poco más de
una hora acostado en un catre y con su cuerpo expuesto a las picadas
de 15 mosquitos infectados, que volaban libres en el local. Su estancia
allí tuvo por resultado que contrajera la enfermedad, mientras
otros voluntarios que permanecieron varias horas al otro lado de
la tela metálica, donde no había mosquitos,
se mantuvieron indemnes.
Seguidas a estas pruebas incontrovertibles, se hicieron otras más,
a las que se sometieron 12 voluntarios
americanos y españoles. Estos fueron Wallace Wellington
Forbes, John Newitt Andrus y William Olsen, además de Jernegan,
Folk, West, Hanberry, Sonntag, Benigno, Fernández, Presedo
y Martínez, quienes habían ya participado en experimentos
anteriores en el campamento Lazear.
Los cuatro primeros de esta relación se prestaron a los trabajos
experimentales de Carroll con el empleo de sangre total de fiebre
amarilla, que luego les fue inyectada.
A continuación de estas experiencias, Carroll hizo otras
con suero fresco de sangre de casos de fiebre amarilla en los voluntarios
Paul Hammann, A. W. Covington y John R. Bullard. Por último,
realizó también la experiencia con sangre desfibrinada
sin calentar de casos de fiebre amarilla en el voluntario Manuel
Gutiérrez Morán. La sangre empleada para esto se obtuvo
de los voluntarios españoles Pablo Ruiz Castillo y Jacinto
Méndez Alvarez.
Según Agramonte, los experimentos
llevados a cabo en el campamento Lazear por la comisión presidida
por Reed, confirmaron definitivamente los postulados de Finlay
en relación con el origen y el desarrollo de las epidemias
de fiebre amarilla, sobre todo en lo referente a su manera de propagación,
a su período de incubación y a su gravedad relativa.
El propio Finlay elogió el trabajo
de la comisión y afirmó que éste sirvió
para corroborar y perfeccionar lo que él llamó su
método primitivo de inoculaciones preventivas. También
manifestó que, gracias a las experiencias obtenidas a partir
del 20 de noviembre de 1900 por los médicos y por el grupo
de voluntarios participantes en las pruebas en la zona de la quinta
San José, se pudo confirmar en la práctica que las
ropas impregnadas en las excreciones o emanaciones de los enfermos
son incapaces de llevar per se la infección amarilla; y que
la forma tan completa en que dichas pruebas fueron concebidas, permitió
contar a partir de entonces con un procedimiento apto para conferir
en breve plazo la inmunidad a toda persona dispuesta a pasar las
molestias relativamente ligeras de un ataque experimental benigno.
En realidad, los aportes más significativos de la comisión
de Reed como resultado de sus estudios fueron, por una parte, la
demostración de la necesidad de un período mínimo
de 12 días para que el mosquito sea capaz de transmitir el
germen infeccioso, después de picar a un paciente de fiebre
amarilla y, por otra parte, descubrir que el agente productor de
la enfermedad es un virus filtrante, pues puede pasar a través
de filtros de porcelana, por donde no circulan las bacterias más
pequeñas.
¿Qué ocurrió
con el campamento Lazear después de terminados los experimentos
hechos por la comisión?
Esta estación experimental, que funcionó desde el
20 de noviembre de 1900 hasta el 7 de febrero de 1901,(43) no se
volvió a mencionar hasta después de transcurridos
40 años. En octubre de 1940 el doctor Hench, quien fuera
un entusiasta admirador de la obra de Finlay, participó en
una función pública celebrada en
honor a Lazear en el Washington Jefferson College.
Durante esa actividad, donde se bautizó con el nombre del
mártir de la ciencia al Departamento de Química de
esa institución, contactó con John J. Moran, el mismo
soldado que en 1900 se había sometido a la picada de 15 mosquitos
infectados en la caseta No. 2 del campamento
Lazear, quien luego lo ayudó a identificar el lugar.
La búsqueda resultó en extremo difícil, pues
casi todas las personas que vivían cerca de la zona en los
tiempos de los experimentos, o que habían tomado parte en
ese histórico episodio, habían fallecido o estaban
ausentes.
Otra cuestión que dificultó la pesquisa fue la errónea
confusión del campamento con las salas para la atención
de los pacientes con fiebre amarilla, ubicadas en la parte posterior
del campamento de Columbia, donde se atendían los casos que
desarrollaron la enfermedad durante el trabajo experimental.
Con la ayuda de Moran, los doctores Truby y Kean y la viuda del
propietario del terreno alquilado por la comisión para llevar
a cabo las pruebas, Hench logró ubicar el histórico
lugar en abril de 1941. Allí permanecía aún
en pie la caseta No. 1, donde se hicieron
las pruebas de la posible contagiosidad sin la participación
del mosquito.
Después se supo que la caseta
No. 2 fue destruida al paso de un huracán que azotó
a La Habana en 1926. A partir de entonces, Hench
se preocupó por restaurar la caseta y por hacer de aquel
escenario un lugar histórico, para honrar a Finlay, a Lazear
y a todos los hombres, cuyo esfuerzo y valentía hicieron
posible la victoria definitiva sobre la fiebre amarilla.
UN MONUMENTO NACIONAL
Desde que se instauró la efemérides del 3 de diciembre,
se han hecho tradicionales los actos de recordación a la
obra de Finlay en muchas naciones.
Entre todas las actividades solemnes que anualmente se celebran
en honor al sabio, sobresalen de modo particular las
"Oraciones Finlay" que desde 1933 tienen lugar
en la antigua Academia de Ciencias Médicas, Físicas
y Naturales de La Habana (hoy día Museo de Historia de las
Ciencias Carlos J. Finlay).
También se ha reservado esta fecha para inaugurar centros
científicos, instituciones de salud, escuelas y otras instalaciones
con su nombre.
En el III Congreso Nacional de Historia de la Medicina, que tuvo
lugar en septiembre de 1944 en la ciudad de Trinidad, el doctor
Rodolfo Pérez de los Reyes propuso solicitar a la Junta Nacional
de Arqueología y Etnología, hiciera gestiones a los
efectos de declarar monumento nacional la caseta de madera ubicada
en el barrio obrero de Redención en Pogolotti, Marianao,
donde la comisión presidida por Reed hizo parte de los trabajos
que confirmaron la teoría y las experiencias de Finlay.
La sugerencia prosperó, pues la Junta Nacional de Arqueo
logía y Etnología hizo las diligencias necesarias
en coordinación con el Ministerio de Educación hasta
que, por el Decreto Presidencial No. 4363 del 3 de diciembre de
1947, se declaró monumento na-cional a la caseta No. 1. A
tenor de este documento legal, la reliquia histórica quedó
bajo el amparo de los Ministerios de Salubridad y Asistencia Social
y de Educación, así como de la Junta Nacional de Arqueología
y Etnología, sin cuya autorización ésta no
se podía desplazar, modificar o destruir.
El gobierno cubano destinó
además la suma de 25 000 USD para que se llevaran a cabo
la reparación capital y la restauración de la caseta
y sus alrededores. La calidad de esta obra fue de tal magnitud,
que la caseta mantuvo prácticamente las mismas características
de cuando se construyó en 1900.
Otro 3 de diciembre, el de 1952, se inauguró un hermoso parque,
en cuya área central se destacaba el histórico monumento.
En el acto celebrado al efecto, el cual contó con la presencia
del Ministro de Salubridad y Asistencia Social, del Alcalde de Marianao,
del arquitecto García Meitín, de César Rodríguez
Expósito, Historiador del Ministerio y de los doctores Pérez
de los Reyes, Nogueira y Hench entre otras personalidades, se bautizó
el lugar con el nombre de parque Lazear y se ratificó el
compromiso de preservarlo, por cuanto allí se resumen los
esfuerzos de quienes, con Finlay a
la cabeza, tuvieron la gloria de vencer a la fiebre amarilla.
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