Según expertos, la leucemia linfática crónica de células B es una enfermedad tan heterogénea en lo que se refiere a sus rasgos clínico-biológicos, su evolución clínica y su respuesta al tratamiento, que se ha llegado a postular que podría no tratarse de una única enfermedad, sino de una serie de entidades distintas con determinadas características comunes. Su pronóstico es invariablemente infausto, con una supervivencia global no superior a tres años en los estadios avanzados o, en general, a los diez años; los pacientes de menos de 60 años, que representan un tercio del total, aproximadamente, tienen un mayor riesgo de morir como consecuencia de la propia enfermedad, mientras que los de edades más avanzadas fallecerán por causas ajenas a ella. Pese a los avances habidos en el tratamiento de las neoplasias hematológicas, la leucemia linfática crónica B se considera todavía una enfermedad incurable.

Una serie de estudios desarrollados, sobre todo, en el curso de la última década han permitido delimitar una serie de factores probablemente predictivos de progresión. Sin embargo, la validez y significado de estos factores todavía no se ha refrendado en estudios prospectivos sobre poblaciones grandes de pacientes. Este tema fue abordado por el doctor D. Oscier, del Royal Bournemouth Hospital, Reino Unido), en el marco de la XLVIII Reunión Nacional de la Asociación Española de Hematología y Hemoterapia (AEHH).

La introducción, hace ya tres lustros, de los análogos de las purinas en el tratamiento de dicha enfermedad tuvo como consecuencia un incremento de las tasas de respuesta respecto a los agentes alquilantes hasta entonces empleados casi en exclusividad. Sin embargo, la tasa de respuestas completas no llega a sobrepasar el 20 por ciento. El doctor F. Bosch, del Hospital Clínico y Provincial de Barcelona examinó las posibilidades que ofrecen, en el tratamiento de la leucemia linfática crónica, los nuevos agentes biológicos.

La tercera ponencia en esta sesión corrió a cargo del doctor P. Hillmen, de Hospitales Docentes de Leeds del National Health Service Trust, Reino Unido, dedicada a la valoración y significado de la “enfermedad mínima residual” en el contexto de la leucemia linfática crónica. La persistencia de enfermedad mínima residual en pacientes con respuesta completa al tratamiento es uno de los principales factores pronósticos de recidiva, por lo que obtener una respuesta completa sin enfermedad mínima residual se plantea como uno de los objetivos principales en el tratamiento de esta enfermedad, al menos en pacientes jóvenes. El ponente se ocupó de las estrategias de detección y seguimiento, así como de las estrategias de erradicación hoy disponibles.

Cerró la sesión la doctora D. Caballero, del Hospital Clínico Universitario de Salamanca, que se ocupó del papel del trasplante de progenitores hematopoyéticos, sea este autólogo o alogénico, en el tratamiento de la leucemia linfática crónica. Esta medida terapéutica, objeto de debate continuo y siempre cambiante, parece deber su eficacia más al efecto “injerto contra leucemia” que al régimen de acondicionamiento, por lo que se espera que los tratamientos de acondicionamiento no mieloablativos (que no buscan la supresión total de la médula) puedan mantener su capacidad curativa, con menos toxicidad.

Fuente: http://www.discapnet.es/  (31/10/2006)