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Consideran el papel del pediatra fundamental en la prevención de la obesidad infantil


En la actualidad, la obesidad es una patología considerada como un problema de salud pública a nivel mundial. España es un país intermedio en obesidad de adultos, pero es líder en Europa en obesidad infantil. Su frecuencia se ha multiplicado por 2 en 10 años y por más de 3, si se toma como referencia la incidencia de hace 20 años. Hay una tendencia creciente que afecta tanto a adultos como a niños de ambos sexos, en edades cada vez más tempranas y con más casos severos.

“Este incremento constante se relaciona exclusivamente con cambios en los hábitos de vida, fundamentalmente con el aumento en la ingesta de calorías y la disminución de la actividad física diaria”, ha aclarado el Dr. Venancio Martínez Suárez, pediatra del Centro de Salud El Llano de Gijón y miembro de la SEPEAP. “Curar la obesidad es muy difícil, prevenirla desde la infancia es posible”, ha indicado el Dr. Martínez. El planteamiento preventivo desde la infancia se justifica cada vez más como una necesidad prioritaria de los sistemas de salud.

Según el Dr. Martínez, “entendemos que todos esos son motivos suficientes para llamar la atención y reclamar un protagonismo principal para el pediatra de AP en este tema”. Por ello, según la SEPEAP y la AEPap, las acciones preventivas desde la consulta de Pediatría han de impulsarse con dos objetivos: identificación precoz de los niños con riesgo de obesidad y desarrollo de estrategias generales sobre los hábitos de vida. En el primer caso, para evitar su instauración en individuos de riesgo, y en el segundo, para contrarrestar el gran protagonismo social de las influencias que facilitan el aumento de la obesidad.

“Las intervenciones practicadas hasta ahora no son realmente preventivas, apuntan a modificar hábitos de vida, no a iniciar a las personas en buenos hábitos de vida. Debemos lograr que los niños aprendan a comer bien y hagan ejercicio regular, no centrarnos en hacerles perder el exceso de grasa, quitarles la tele y que hagan una dieta saludable cuando ya llevan años haciendo las cosas mal”, ha reclamado el miembro de SEPEAP.

En este sentido, a lo largo de estos años, las campañas institucionales han sido “tímidas y muchas veces orientadas de forma arbitraria, por lo que incluso algunos proyectos ambiciosos no han tenido los resultados deseados, a la vez que los recursos se consumen en intervenciones ineficaces o inapropiadas para lograr alcanzar a los niños con mayor riesgo”.

En primer lugar, porque los hábitos de vida , se inician y consolidan principalmente a lo largo de los primeros años de vida. También por el rápido aumento en la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en la infancia y adolescencia: se estima que un 18 por ciento de los niños europeos tiene exceso de peso, con un incremento anual de más de 400.000 nuevos casos. Entre los niños con exceso de peso, al menos 3 millones son obesos, y este número crece a un ritmo de 85.000 cada año. Además, se está produciendo un gran crecimiento en la incidencia pediátrica de condiciones comórbidas, tales como la diabetes tipo II, enfermedad por hígado graso y trastornos ortopédicos.

Por último, el exceso de peso en la infancia aumenta el riesgo de obesidad en la edad adulta hasta 17 veces, lo que a su vez originará un mayor número de casos y costes asistenciales de las enfermedades metabólicas, cardiovasculares, tumores y padecimientos psiquiátricos. “También, por tanto, los criterios económicos señalan la importancia de la prevención mediante la educación en unos hábitos de vida saludables, y justificarían la reflexión sobre una redistribución de los recursos sanitarios en ese sentido”, explica el pediatra.

“Cuando más fácilmente podemos reconocer factores familiares favorecedores de la obesidad y cuando más podemos influir sobre el inicio de hábitos de vida saludables, es en las primeras etapas de la vida del niño”, ha comentado el Dr. Martínez.

Según los pediatras de AP, la intervención debe ser precoz (desde el nacimiento, o la consulta prenatal), global (a nivel individual, familiar y social, pero también de industria alimentaria, prácticas de consumo y política de transportes), intensa y constante, esto es, formando parte de las políticas de salud. Además, debe tenerse en consideración que el modelo cultural y social son elementos decisivos en la programación precoz de los hábitos de vida de la persona, regulados fundamentalmente por las leyes del mercado, y deficientemente controlados en sus efectos perniciosos sobre la salud.

Existen cuatro temas de alto interés en los programas destinados a prevenir la obesidad: la lactancia artificial (o inicio y duración de la lactancia materna), el consumo de bebidas azucaradas, el tiempo que el niño permanece viendo la televisión (que puede reducir el gasto de energía, aumentar su consumo o ambos) y la actividad física diaria. “Pero los trabajos realizados son aún escasos y de escasa calidad; además, el corto período de observación y la complejidad de sus diferentes planteamientos hacen que la generalización de cualquier resultado sea problemática”, apunta el Dr. Martínez.

Existe, por tanto, una gran urgencia para investigar en este terreno. Mientras tanto, las intervenciones deben apoyarse en algunas medidas “prudentes”, basadas en consensos y en la opinión de expertos recogidas en publicaciones de prestigio.

24 de junio 2009
Fuente: azprensa

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