jueves, 28 de marzo de 2024
 
 
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Titulares

Ese niño es imposible

La conducta infantil está multideterminada y el comportamiento de un niño tiene muchas más causales que el rigor o no rigor educativo que pueden emplear los padres. Factores genéticos, temperamentales, la apariencia física, las habilidades intelectuales, etcétera, son elementos del propio niño que pueden constituir un fértil terreno para la instauración de dificultades en su comportamiento.

"¡Qué niño más majadero!", "¡El chiquillo ese es una pesadilla!", "¡qué criatura más imposible!", "¡qué fiñe más pesao!" A pesar de que mayoritariamente los niños reciben estas valoraciones de manera ocasional, que después no se repite, hay niños que son objeto frecuente de ellas pues su comportamiento es habitualmente censurado por los que lo rodean, debido al malestar que provocan.

Por: Miguel Ángel Roca Perara

¿Cuántas veces, no ha escuchado usted expresiones similares? Posiblemente en muchas ocasiones, aunque la mayoría de las veces los niños reciben estas valoraciones situacionalmente, como consecuencia de un comportamiento no adecuado o no bien visto por los que están a su alrededor, que después no se repite y no tiene mayores implicaciones. Sin embargo, hay niños que son objeto regular de ellas, pues su forma de actuar, casi siempre, es censurada por los que lo rodean, dado el malestar que generan.

En estrecha relación aparecen también juicios y valoraciones sobre la responsabilidad de los padres en la aparición y manifestaciones de los indeseados comportamientos y son frecuentes expresiones tales como: "¡los padres tienen la culpa por malcriarlos tanto!", "¡qué clase de padres debe tener, que mira como lo tienen!", "¡qué flojos deben ser tus padres!" Visto así todo parece conformar una vieja aseveración que dice: "niño con problemas... ¡familia con problemas!"

Es indiscutible el papel de la familia en la aparición de trastornos y dificultades en el comportamiento infantil; el déficit de habilidades educativas y los conflictos interpersonales entre los padres influyen negativamente sobre los menores en el establecimiento de límites y el autocontrol de la conducta. Pero establecer esta relación de manera lineal es simplificado y apresurado, y conduce a sentar a los padres en el banquillo de los acusados.

La conducta infantil está multideterminada y el comportamiento de un niño tiene muchas más causales que el rigor o no rigor educativo que pueden emplear los padres. Factores genéticos, temperamentales, la apariencia física, las habilidades intelectuales, etcétera, son elementos del propio niño que pueden constituir un fértil terreno para la instauración de dificultades en su comportamiento.

Es este el momento de abordar el asunto con una visión circular en el sentido de ver cómo el tener en el hogar un niño con severas dificultades de conducta afecta muy seriamente la dinámica familiar. No por gusto en ocasiones se ha afirmado que los padres de estos niños son padres "bajo asedio", cuyas vidas giran, casi en su totalidad, en torno al problema de conducta del niño. Viven siempre aprehensivos, pendientes de que el niño no rompa algo, de que no hurte algún objeto, de que cumpla sus deberes, de que no se faje con otros niños, de que sea respetuoso... y ante el más mínimo fracaso en estos propósitos, lo sienten como una falla personal, como una sensación de ineficacia que se convierte en una extraña mezcla de hostilidad y compasión hacia el niño..., lo que agudiza su comportamiento indeseado. Vivencian muy intensamente el rechazo y la desaprobación de los demás, incluidos los familiares cercanos, llegando a sentirse estigmatizados. Sólo a modo de ejemplo, los padres de niños "normales" les prohíben la compañía con el niño "imposible". Cuando así ocurre, los padres no sólo se retraen de la vida social, sino que desarrollan un reactivo sentimiento de protección excesiva hacia el niño, y crean condiciones que incrementan el comportamiento indeseado, confirman las opiniones de los demás en torno a su responsabilidad, y agudizan aún más la situación de estigmatización.

Como consecuencia de lo anterior se genera una hipersensibilidad en la vida familiar, que conduce a frecuentes conflictos entre sus miembros por las más insignificantes razones: los hermanos se sienten desatendidos, los padres pelean y llegan a separarse, el trato ofensivo e irrespetuoso llega a legitimarse... y nuevamente como consecuencia se agudizan las manifestaciones de conductas indeseadas.

No es mi pretensión legalizar y contemplar pasivamente el comportamiento indeseado de un niño, pero sí llamar la atención sobre el hecho de que tenemos posibilidades de contribuir a su mejoría y progresiva adaptación social: los padres deben buscar la ayuda profesional calificada, los familiares deben convertirse más en colaboradores que en jueces o fiscales, los maestros deben asumir como un desafío la correcta educación (¡o reeducación!) de estos niños, la comunidad debe contribuir a que los padres no se sientan aislados ni el niño "etiquetado".

La palabra "imposible" es demasiado condenatoria para el encanto del mundo infantil. Si todos trabajamos de conjunto en aras de su bienestar, siempre será posible sacar a la luz todo lo que hay de bueno en un niño y hacer de él una persona socialmente útil.

Tomado de la sección Salud del periódico Trabajadores.

Obtenido de http://www.sld.cu/saludvida/jovenes/temas.php?idv=6204


 
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