jueves, 28 de marzo de 2024
 
 
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Titulares


Podemos agrupar en cuatro clases principales las actitudes y conductas erróneas en que los padres pueden incurrir en la crianza de sus hijos. La sobreprotección, el rechazo o abandono, el sobre-dominio o autoritarismo y la disciplina inestable e irregular. Es muy importante que los padres se den cuenta de ellas y las comprendan, porque muchas veces las asumen sin percatarse de ello, inconscientemente, o lo que es peor, creyendo que actúan bien.

Por: Gustavo Torroella

Con la mejor buena fe y voluntad, muchos padres suelen adoptar actitudes y establecer relaciones negativas en la educación y crianza de los hijos que ocasionan consecuencias enormemente perjudiciales en el desarrollo de estos. Podemos agrupar en cuatro clases principales las actitudes y conductas erróneas y negativas en que los padres pueden incurrir en la crianza de sus hijos: la sobreprotección, el rechazo o abandono, el sobre-dominio o autoritarismo y la disciplina inestable e irregular.

Padres con afán de posesión: la sobreprotección
Durante los primeros tiempos de su vida, el niño depende totalmente de los padres, especialmente de la madre. A medida que el niño crece y se desarrolla, la necesidad de protección y cuidados inmediatos disminuye poco a poco. Por lo tanto es natural y explicable que en los primeros años de vida el niño permanezca atado a las faldas de la madre; pero estas ataduras deben irse estirando, soltándose gradualmente hasta que, finalmente, se independice el niño y alcance lo que se ha llamado el ?destete psicológico?.

Pero en los padres, especialmente en las madres, actúa una fuerza en dirección opuesta que tiende a impedir o a demorar la emancipación psicológica del hijo, para prolongar la satisfacción que implica el hecho de la dependencia. Cuando prevalece esta tendencia, los padres se convierten en sobre-protectores. Estos padres se caracterizan por el control rígido que ejercen sobre la vida del hijo y con la intención de ampararlo y resguardarlo de supuestos peligros lo convierten en un ser indefenso e inútil para valerse por sí mismo.

El pobre niño, sometido a la excesiva sobre-protección de sus padres, es privado de la libertad que necesita para desarrollar su personalidad, para hacer las cosas a su manera, para valerse por sí mismo. Los padres lo deciden y hacen todo por él. Cuando falten ellos en el futuro, el niño, ya convertido en joven o quizás en adulto, será incapaz de hacer y decidir las cosas por cuenta propia. ¿Cómo reaccionan los niños a estos mimos y sobre-protección de sus padres? Unos se suelen volver reservados, cohibidos o inseguros y acatan obediente y resentidamente lo que les ordenan y otros se tornan agresivos, díscolos o rebeldes por las frustraciones y bloqueos que experimentan. Todas ellas conductas negativas.

Padres agresivos: el rechazo o abandono
La actitud de rechazo u oposición es el extremo contrapuesto a la sobreprotección. Es la aversión y agresividad que siente y muestra un padre hacia el hijo, a veces inconscientemente. El padre que está en este caso no le brinda al hijo la protección, la atención y sobre todo el cariño que este normalmente necesita.

La actitud de rechazo implica la desatención o abandono del hijo, la negativa a satisfacer sus necesidades, el castigo, la amenaza, los vejámenes y las críticas negativas frecuentes.

¿Cómo responde el niño que se siente rechazado, hostilizado por los padres? En estos niños suelen desarrollarse sentimientos de inseguridad que desembocan en actitudes de agresividad y crueldad con otras personas o también reaccionan con conductas llamativas, de alarde, jactancia o ?payasería? para provocar la atención de los demás. Se vuelven inquietos, se les dificulta la concentración y el estudio.

Los padres deben procurar un equilibrio o equidistancia entre los extremos de la sobreprotección que niega la libertad del niño y el abandono y dejación completa que conduce al rechazo. Atención, amor, vigilancia y orientación; no sobreprotección que anula, ni tampoco el rechazo que abandona.

Padres dictadores: la sobredominación
Muchos padres actúan con los hijos como si fueran una pertenencia personal, como si fueran ?esclavos? que deben cumplir las órdenes impuestas por sus ?amos?, sin tenerse en cuenta la necesidad y el derecho a la libertad y el respeto a las diferencias y preferencias individuales. Son seres despóticos que regulan y dominan todos los aspectos de la vida del niño. Pero los niños suelen responder y ?vengarse? de ese trato dictatorial, además de con las actitudes de agresividad y negativismo, controlando a su antojo una zona vedada a la intromisión de los padres: los simples hábitos fundamentales de la comida, del sueño y de las eliminaciones, negándose a comer, a dormir o a evacuar o haciéndolo irregular o inoportunamente.

Padres inestables: la disciplina irregular o inconsistente
Hay padres de carácter inestable que tienen el defecto de ser volubles, mudables en el trato que les dan a los hijos y caprichosos en la concesión de recompensas y libertades, así como en la impresión de castigos y restricciones. De este modo, por ejemplo, los padres celebran o se ríen de la ?gracia? que hace el niño un día y en otras ocasiones, en que el niño realiza lo mismo, los padres, quizás porque están de mal humor, se molestan y castigan al pequeño. En el cerebro infantil cunde la confusión pues no se explica como la misma acción es, unas veces aceptada y aplaudida y otras desaprobada y censurada, lo que provoca sentimientos de inseguridad y ansiedad.

Lo que perturba más al niño no es la reprimenda, sino la arbitrariedad, la irregularidad e inestabilidad de las respuestas de los mayores, el no saber a qué atenerse, el que un día se le premie y otro se le castigue por la misma acción. Por esto el niño necesita un régimen ordenado de hábitos, de rutinas básicas estables, de recompensas y disciplina para inculcarle sentimientos de seguridad y confianza en sí mismo y en el mundo que le rodea.

Esto no significa que los padres deben aferrarse tercamente a un sistema de disciplina, si comprueban que ha fallado. Lo correcto es asumir una actitud ?experimental? de ensayar nuevos métodos de crianza cuando hayan fracasado los anteriores. Siempre es más sensato reconocer un error y tratar de subsanarlo con un nuevo método más eficaz que insistir en hábitos y prácticas que han demostrado su deficiencia, para no dar ?el brazo a torcer?.

Ensayar algo nuevo y mejor no es ser inestable, sino es estar abierto a nuevas experiencias y verdades.

Edición: Cristina Martínez
Edición web: Vicente Costales

Obtenido de Infomed, Niños y adolescentes - Salud Vida, disponible en: http://www.sld.cu/saludvida/jovenes/temas.php?idv=6211


 
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