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jueves, 1 de mayo de 2025

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Bibp JORGE ARCHE

 

La presente  bibliografía es una colaboración del estudiante de 1er año de la carrera de Ciencias Médicas "Jorge Arche" nieto del afamado pintor cubano. La muestra incluye piezas que ilustran diferentes momentos de la vida del pintor y de sus inquietudes.

 Jorge Arche, el nieto, alega que aunque conoce el dicho que reza,  “Que hijo de gato casa ratón”, parece ser  que con los nietos no es así.

Tiene su vocación por la medicina muy bien definida y se encuentra estudiándola en nuestro instituto, quizás por ese vínculo secreto que existe entre la medicina y el arte.

Se usaron para la presente referencias Web de “Cubarte y Revista Bohemia digital.”

Mi mujer y yo (1937)
oleo s/tela
122x102 cm

Jorge Arche (1905-1956)
 

A partir de 1923, cursa estudios en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, La Habana.
Se vincula a los pintores modernos cubanos y especialmente, Víctor Manuel García, de quien recibe orientaciones directas y de gran importancia para el desarrollo de su carrera profesional. Un óleo suyo, La carta, obtuvo premio en el Primer Salón Nacional de Pintura y Escultura, 1935.
Dos años después realiza un mural en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara y organiza su primera exposición personal en el Lyceum de La Habana.

Dentro del movimiento al que se incorpora, presenta una imagen serena, sin abruptas rupturas con la formación académica que recibiera: más bien puede hablarse de un compromiso entre modernidad y clasicismo, al que llega a través de la extrema depuración y una rigurosa síntesis formal. Es un verdadero especialista del retrato.

 

La necesidad de profundizar en la sicología del personaje dentro de un esquema dado, lo hizo recurrir a la solución de buscar modelos en sí mismo, familiares y amigos.
Arche surge a la luz pública ya con un estilo definido. El dibujo es elemento de importancia en composiciones que aspiran a la máxima simplificación.
La ausencia o pocas indicaciones de ambiente de la primera época, se ve ampliada con una mayor riqueza cromática y un terso acabado que borra toda huella del pincel.
El retrato de Mary, 1938, pertenece a esta etapa, donde incluso el paisaje comienza a entrar en la composición.
El retrato de Don Fernando Ortiz, situado en un interior, es ejemplo de cómo el autor sitúa factores —en este caso los orishas o deidades africanas— para completar la información necesaria que debe aportar una obra del género. Sin abandonar las intenciones retratistas, obras como Descanso, 1940, y Jugadores de dominó, 1941, aportan elementos de mayor riqueza comunicativa.
En definitiva, su significación dentro de la pintura moderna nacional, radica en la obra como retratista.
Retrato de Mary
óleo sobre tela
91,5x76,5 cm

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Galería de Arte "Jorge Arche"

 

Reseña Histórica

Con la creación de las diez instituciones culturales básicas como un proyecto revolucionario. Se crea en 1982 La Galería de Arte en Los Arabos, municipio de la zona más oriental de la provincia matanzas. Esta surge debido al desarrollo de la plástica que había en aquel momento dirigido por Tony Mederos el primer instructor de arte graduado en la academia San Alejandro en escultura, hombre joven nacido en este lugar con muchos deseos de que la cultura de su pueblo fuera conocida, quien fuera primer director. Años más tarde ocupa el cargo de director Víctor Manuel Otero gran creador quien diera nombre a la institución Galería de Arte “Jorge Arche Silva” pintor de la vanguardia cubana nacido en la hermana provincia Las Villas y conocido en el mundo por su gran caudal de obras que creó en su momento.

En esta etapa de trabajo las Artes Plásticas en el municipio tuvieron un gran florecimiento, los creadores vinculados al centro e intelectuales del territorio forman un círculo de amigos de adultos quienes con hermandad apoyan a la prosperidad del centro y en especial a la formación del trabajo de exposiciones, actividades de extensión.

Partiendo de este trabajo conjunto comienzan las exhibiciones de exposiciones a otros municipios y provincias. Destacándose como la figura importante el pintor y diseñador gráfico Alejandro Luis García Chaple. Quien diera un gran aporte y empuje a este noble empeño.

Así es posible el incremento del colectivo plástico con los artistas graduados de la ENA y la Escuela de Instructores. Este gran colectivo con ganas de trabajar llevan a la institución a obtener el Galardón de Vanguardia Nacional en el año 1989, condición de institución del pueblo y para el pueblo, y centro modelo en estos años de ardua labor.

A finales de los años 90 comienza a observarse en el territorio cierto interés por el tema del paisaje, formándose un grupo dirigido por el pintor autodidacta Omar Torres integrándose al grupo Roberto Brancacho, Juan Alberto Díaz, Yoel Ramos de Vega, José Freddy Morales.

Tambien se ha observado cierto interés por la escultura a partir de 1994, quizás un poco influenciado por las obras de Tony Mederos, pero con cierto sello personal como por ejemplo Yosvany Carballo y las esculturas con barro de Pedro Ruíz, Ambos Autodidactas.

Hoy la Galería sigue ocupando la mejor de la cultura arabense en esta manifestación, una muestra de ello es el desarrollo del salón territorial “Jorge Arche” que este año XXIII con artistas no solo del municipio sino de otros municipios del territorio.

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Jorge Arche, pintor de la realidad

Entre los grandes de la plástica cubana del siglo XX, debe su gloria al retrato de los rostros de su tiempo

Encarnar la nostalgia y el deseo, las pasiones, sentimientos, sueños…, dar forma a la realidad y a los rostros de amigos e intelectuales conocidos, en síntesis profunda, verdadera simbiosis de carácter y espíritu, donde hábitos y convenciones son atisbados con raro ingenio para un muy completo panorama de nuestros contemporáneos, hacen del pintor cubano Jorge Arche, el autor de una sugerente iconografía vital, muy de época.

Jorge Arche. Autorretrato, óleo sobre tela

Apologista en el buen sentido, capta la frescura del alma y desprecia la sensiblería, lo pintoresco; da constancia de una nobleza instintiva y sonriente: Arche nos introduce magistralmente en el aura de dignidad humana que reflejan estos coterráneos. Son imágenes justas que revelan lo inmanente, imágenes insólitas por su hálito de energía al utilizar elementos que ofrecen la medida y correspondencia de las nuevas estructuras materiales y mentales del mundo entonces, como el paisaje que acompaña y define a sus retratados.

Considerado hoy un clásico de nuestra pintura, el más joven integrante de la vanguardia que el Salón de Arte Nuevo (1927) revelara, es moderno en su novedad metafórica y simbólica, en su tonalidad limpia y desembarazada en la astucia del hacer, declarada en la serenidad y orden de sus obras. Todo está, en realidad, en las formas. Y el talento del retratista se ve multiplicado más que por la técnica y el conocimiento artesanal, por el aprehendimiento del alma del ser, en representaciones de excepción.

Al sentido agudo de su época, se une la evolución estética en que vive y también el momento de aceleración histórica. Ante sus retratos surgen asociaciones fulgurantes, torsiones barrocas (Lezama, Martí). El continuum discursivo de esta galería apunta a fronteras culturales, históricas, físicas. Predomina la poesía, lo lírico en sus cuadros: Arche pinta con autoridad y soberanía y toda la vanguardia de su tiempo le reconoce como un maestro.

 

 Primavera o Descanso, óleo sobre tela, 1940

Se ha repetido mucho que esta pintura de cámara ejercida por Arche, fuerza específica de expresión única, se debía a su discapacidad –era poliomielítico– que no le permitía abordar otro tipo de manifestación plástica. Sin embargo, es bueno recordar su participación en los primeros murales al fresco realizados en Cuba, junto a Ravenet, en la ciudad de Santa Clara, y su intensa labor en el paisajismo mexicano, a finales de la década del 40.

Como paisajista –y todos sus retratos atesoran paisajes–, convierte en dinámica explosión de luz, brillantes, pulidos colores. Y si riqueza y verdad es el efecto que producen sus retratados, pese a la gran economía de medios utilizados, el sutil y maravilloso refinamiento de sus paisajes logra el acierto total del conjunto de su obra, patrimonio nacional, en esa simplicidad aparente que proporciona goce indiscutible a la mirada del observador, mirada que va a deleitarse con los juegos infinitos del valor y gradaciones del color (Primavera) en dosificación de tonos con que atrapa el secreto del ser y el estar, que la radiante impresión de sus telas emana, en fenómeno altamente significativo.

¿Cuáles son hoy, pues, las interpretaciones posibles de la obra de Jorge Arche? Lo esencial está en ese conocimiento detallado y profundo de la persona revelada en el retrato y su escenario. En la asombrosa y natural humanidad con tanta frescura allí asomada, donde rostros, paisajes y actitudes reflejan una honda emoción.

 

 

Trabajadores, 1936, óleo sobre tela. Al fondo, el paisaje de chimeneas cita a su amigo, el futurista Pogolotti

No es fácil olvidar estos rostros de tranquila, altanera serenidad, donde el flujo y reflujo de la época se expone a la mirada pública, a la curiosidad y la esperanza. Cuadros como trasposiciones poéticas, recuerdos renovados de las raíces de la nación. La fijeza de estas identidades permanece sumida en un misterioso impulso de raigal tradición, envueltas en visionaria lucidez, seres aún concebibles y objeto de atención ajena en verídico universo hábilmente delineado –y pintado– que conforman un solo retrato colectivo de la intelectualidad de la época.

Tan minuciosa factura pudiera engendrar aburrimiento, estas obras no están exentas de cierto manierismo, pero no es menos cierto que captan con una sinceridad sin par todos los impulsos y esperanzas de su generación.

El Martí de la guayabera

Uno de los más conocidos y emblemáticos retratos de Arche, esta obra data de 1943, ha sido bien estudiada y mejor analizada por críticos y especialistas. A la delicadeza toda que emana de esta pintura, el Martí de "con los pobres de la tierra…"; el de "con todos y para el bien de todos" bástenos señalar que lo interesante aquí es cómo el pintor sublima con ironía los cromos religiosos al uso (El Sagrado Corazón de Jesús) en ese llevar la mano al pecho, donde la figura del Apóstol se proyecta seminal. Modelado por esa multitud de encuentros que presupone la utilización de esta técnica, es admirable la concreción y alcance en el imaginario del pueblo: nuestra más íntima y profunda propiedad, esa "almendra pura" de que hablara Gabriela Mistral, se muestra en la más esplendorosa permanencia fundamental, en la más hermosa, clara y sólida pluralidad de lo singular.

Arche, naturaleza y destino

Nace en Santo Domingo, provincia de Villa Clara, el 6 de abril de 1905, hijo del copropietario de un pequeño central azucarero. A los dos años enferma de poliomielitis y siempre habrá de apoyarse en muletas. En 1918 radica en La Habana. Estudia pintura en la Fundación Villate y de manera inestable en la academia de artes San Alejandro, donde se graduaría en 1921. Su formación es básicamente autodidacta, al aprender de forma directa con plásticos como Víctor Manuel, Arístides Fernández y frecuentar las tertulias a las que acudían Ponce, Portocarrero, Mariano Rodríguez. No expondrá hasta los 32 años, pero se da a conocer bien con el envío de La carta a la Primera Exposición Nacional de Pintura y Escultura, en 1935, donde obtiene uno de los premios. Ese año había dado a conocer la importante obra de su amigo, Arístides Fernández, prematuramente muerto.

Destaca su amistad con intelectuales de izquierda como Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, Marcelo Pogolotti. Renuncia a la ayuda económica del padre al casarse con la sobrina de Arístides Fernández. Encuentra un modesto empleo como perito en falsificaciones de billetes de la Lotería. Fue profesor del Estudio Libre de Pintura y Escultura dirigido por Eduardo Abela; acude al llamado de Ravenet, en 1936, a fin de poblar de frescos la Escuela Normal de Santa Clara; marcha a México, en 1937 para estudiar el arte muralista y regresa con una sólida información al respecto que le facilita dar nuevos rumbos a su obra. Organiza, junto a otros graduados de San Alejandro, la Escuela de Artes Plásticas de Camagüey.

El Martí de la guayabera, 1943, óleo sobre madera: esencialidad y osadía técnica en el tratamiento de la figura del Apóstol

La década del 40 se caracteriza por la mayor libertad temática y de composición del asunto, amén de un decidido gusto por los colores brillantes. A fines de 1945 viaja a México con una representación diplomática. Por primera vez dispone de automóvil propio y recorre todo el país azteca pintando paisajes que serán saludados con entusiasmo por la crítica mexicana. En 1949 expone en el Lyceum de La Habana 20 obras realizadas en México. Al regresar a Cuba, en 1952, ha logrado, según algunos de sus estudiosos "su pictórica homogeneidad". (Retrato de Magaly; Dos niñas, Luis Peña…). Le sorprende la muerte cuando solo contaba 51 años de edad, en Cádiz, España, 1956, en plena capacidad creadora.

El número de obras que registran los catálogos de las exposiciones personales y colectivas asciende a 120: de ellas el Museo Nacional de Bellas Artes posee 24, el resto pertenece a colecciones privadas e instituciones. Mucho de lo realizado en México es prácticamente desconocido. Destacó en el retrato, el más difícil y conservador de los géneros en momentos en que estos perdían jerarquía social después del realismo de fines del siglo XIX y de los nuevos realismos de la década del 30-40 del XX, sobre todo en Europa.

En los retratos Arche emprende una representación de la figura fuertemente caracterizadora, sin ilusiones ni frases. Acentúa rasgos esenciales y eleva a las personas al plano de lo típico. Las vigorosas manos, en primer plano, del joven Lezama insinúan, contrastan y adelantan la poderosa fuerza intelectual que detentará el poeta. En temas de crítica social (Trabajadores, 1936), llega a una descripción objetiva, desafiante y cruda de la realidad.

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