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viernes, 29 de marzo de 2024

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Policlínico Docente Dr. Mario Muñoz Monroy



Cada edad tiene su propia belleza.

     
 Lo de la edad ha sido una preocupación de todas las épocas y se registran en la antigüedad  cifras poco creíbles, como las que plantean que Adán vivió 930 años, Noé 950 y Matusalén 969, de ahí la conocida frase de: Es más viejo que Matusalén.
Entre los médicos, Paracelso suponía que el hombre podía vivir 200 años, Mechnikov decía que 600, mientras Hufeland y Bogomolets planteaban que entre 150 y 160 años. 
Sin embargo, en la actualidad ni siquiera esas cifras son reales, pues aunque en los países desarrollados y en otros en vías de desarrollo como Cuba, ha aumentado el promedio de vida, no se ha logrado prolongarla hasta las mencionadas cifras.  
A finales de la década de 1960 una organización científica norteamericana pronosticó que a mediados de los años noventa de ese siglo, el promedio de vida aumentaría 50 años.  ¿A qué se debieron esas esperanzadoras predicciones?
La respuesta hay que buscarla en el descifrado del código genético, del esquema hereditario y de la síntesis del albumen, así como en los pasos que seguía la ingeniería genética, que constituyeron una verdadera revolución científica.  
Al tiempo que se explicaba la esencia de los procesos vitales, incluido el envejecimiento, se infundía un gran optimismo, a veces injustificado, acerca de nuestro futuro.   La vejez no depende de una hormona especial o de un gen suicida, que en determinado momento de la vida entra en acción destruyéndola. 
Si la ciencia fuera capaz de hallar al culpable directo de la vejez y descifrar su estructura química, podría elaborar un antídoto y aumentar considerablemente el promedio de vida.  
Pero el quid de la cuestión está en que la vejez es una característica de la especie, rigurosamente determinada. 
Por eso no hay ratones que vivan 10 años, ni perros que lleguen a la misma edad que el hombre. En la mayoría de los casos, la incapacidad física no se debe a la vejez, sino a determinadas enfermedades ligadas estrechamente con ellas, que se desarrollan en esa etapa.   
Mientras se genere paz, amor, bondad y buena voluntad, podremos sentirnos espiritualmente jóvenes, según aseguran los psicólogos.  
Ellos argumentan que contribuye al envejecimiento el miedo al tiempo y su efecto sobre nuestras mentes y cuerpos.  
Muchos hombres y mujeres famosos, como el pintor Pablo Picasso, continuaron sus actividades productivas o creadoras después de la tercera edad y  alcanzaron esplendor en plena vejez.
La edad no es simplemente el paso de los años, es el amanecer de la sabiduría, y a partir de esa realidad se puede llevar una vida más activa y fructífera.   La vejez no es un hecho trágico y hay que recibirla con placer, pues cada fase de la vida humana es un paso adelante en el camino de la existencia y la evolución.  
Al decir de los científicos, la edad tiene su propia belleza, gloria y sabiduría. Una dieta balanceada, ejercicios y mucha paz interior aseguran una vida plena y feliz.

Fuente:(AIN)
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