jueves, 28 de marzo de 2024
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Titulares

Epónimos. «Enfermedad de Chagas»

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quijote-picaso-01-hDr.C. Julio César Hernández Perera.

No son pocos los desmanes en el mundo que se asocian a la miseria y al subdesarrollo. Entre ellas, existe una que ha afectado desde tiempos inmemoriales a poblaciones de la América Latina: la enfermedad de Chagas. También conocida como tripanosomiasis americana, es transmitida por un insecto conocido como triatoma, chinche americana o barbeiro. La enfermedad ha constituido un verdadero azote para poblaciones de diferentes zonas de América Latina desde hace mucho tiempo. Así ha quedado demostrado en investigaciones realizadas a momias chilenas de 9000 años de antigüedad y en distintas crónicas escritas por los colonizadores europeos.

Como dato histórico adicional e interesante, podemos referir que el propio Charles Darwin, en una etapa de su famoso viaje en el «Beagle», describió y sufrió de las molestas picadas del insecto transmisor en una de sus exploraciones realizadas junto a los gauchos en la zona de Mendoza, Argentina. Según apuntan varios investigadores, la muerte de este célebre naturalista, acaecida el 19 de abril de 1882, posiblemente estuvo relacionada con problemas cardiacos asociados a la forma crónica de la enfermedad de Chagas, cuando aún no se conocía.

En la actualidad la enfermedad es catalogada por muchos como «desatendida», donde a pesar de los años y los avances alcanzados en las ciencias, aún está presente en varios países latinoamericanos. Sigue siendo causa de pavorosos estimados: cerca de 100 millones de personas viven con riesgo de contraerla, 18 millones están parasitados y 6 millones se encuentran afectados del corazón como consecuencia de esta afección. El padecimiento debe su nombre a un gran médico brasileño, quien fue su descubridor, el Dr. Carlos Justiniano Ribeiro das Chagas.

Inicios de la vida de Carlos Chagas

Carlos Chagas fue el primero de cuarto hermanos, nació el 9 de julio de 1879 en Oliveira, un pueblo que se encuentra al oeste de Minas Gerais, Brasil. Su abuelo paterno fue uno de los grandes hacendados de la región. Su padre, José Justiniano Chagas, compró una plantación de café y se casó con su madre, Mariana Cándida Chagas. Al cumplir su cuarto año de vida, Carlos Chagas supo del sufrimiento de un niño por la pérdida de un ser querido: quedó huérfano de padre. Entonces vio cómo su madre, con 24 años de edad, tuvo que hacerse cargo de todo para mantener a la familia. A los 7 años fue enviado a un colegio de jesuitas, en el estado de Sao Paulo. Dos años duró su estancia en esa institución porque huyó para retornar a su hogar, posiblemente angustiado por la suerte de su madre y sus hermanos por la tumultuosa situación que se vivía en el Brasil de entonces, relacionados a la firma de la abolición de la esclavitud. Conmovida por la actitud de su hijo, la madre optó por no tenerlo muy alejado de ella y decidió cambiarlo al colegio de San Juan del Rey, donde estuvo bajo la tutoría del padre Sacramentado. Este maestro inculcó en Chagas el gusto por la observación de la naturaleza, el placer de la lectura y la interpretación artística.

Al terminar este periodo de enseñanza viajó a Oro Prieto, donde matriculó por disposición de su madre en una escuela de ingenieros. Para los jóvenes que en aquel entonces disponían de holgados recursos financieros, la aspiración de ser ingeniero era apreciado como una de las máximas ambiciones, por la promesa de un sueño donde mediaba el dividendo de grandes fortunas. Pero una inesperada enfermedad quebrantó de manera abrupta la salud del joven, y con ello, su vida tomó un nuevo derrotero, hasta ese momento nunca pensado. Asociado a un déficit de vitamina B, la afección conocida como beriberi le había causado una polineuropatía periférica grave. Entonces se vio obligado a regresar a su pueblo natal, donde recibió esmerados cuidados de un tío médico, el Dr. Carlos Riveiro de Castro. Durante su convalecencia y posiblemente influido por la experiencia vivida como paciente, junto al ejemplo de la apasionante dedicación del tío en el ejercicio de su profesión, poco esfuerzo tuvo que ser necesario por parte del familiar médico para persuadirlo a abandonar la ingeniería e iniciarse como estudiante de medicina.Manifestaba su tío con gran pasión, que el país requería con urgencia, resolver sus problemas de salud para poder alcanzar la independencia económica.

Descubrió así Chagas una nueva vocación y fue capaz de convencer a su madre, quién inicialmente había sido intransigente a este cambio de carrera. Matriculó en la Facultad de Medicina de Rio de Janeiro, azotada entonces por la fiebre amarilla. Como estudiante de medicina muchos amigos y profesores distinguían en Carlos Chagas un marcado interés y capacidad para el trabajo y el estudio. Fueron virtudes que lo caracterizaría para el resto de su vida. Para atestiguar con un ejemplo tal consagración, tomamos de una de sus biografías la siguiente cita: «a pesar de que en esos años se introdujo la luz eléctrica, la dedicación de los alumnos se medía todavía por el número de velas en una noche de estudio; Carlos Chagas fue catalogado como "un alumno de dos velas"».

También por aquellos años la figura del Dr. Osvaldo Cruz, ejemplo de generosidad y desinterés, había alcanzado gran renombre porque logró erradicar la fiebre amarilla de los puertos brasileños. En 1903, Cruz fue nombrado como director de Sanidad pública, cargo desde el que reformó, en una obra titánica, la organización sanitaria de su país. Chagas tuvo la dicha de tener como profesor a este eminente médico, a quién tomó como el paradigma que necesitaba para encauzar su formación como médico. Entre el profesor, apenas siete años mayor, y el alumno, medió una gran amistad para toda la vida.

Ya graduado como médico, Chagas negó la oferta como investigador hecha por su profesor, para ingresar en el Instituto que llevaba su nombre. No se podía esperar otra respuesta del joven galeno, tanto altruismo brotaba de sus aspiraciones que accedió en su lugar, a un puesto de menor nivel en un hospital ubicado en el barrio costero de Jurujuba. Poco tiempo pasó, para que aceptara, como consecuencia de las limitaciones económicas, un ofrecimiento de trabajar para la compañía «Docas de Santos» en la prevención de la malaria. La enfermedad provocaba estragos en los trabajadores, y con ello, grandes gastos. En ese lugar desempeñó una brillante labor y con solo 26 años y elevada responsabilidad, logró realizar la primera campaña antipalúdica eficaz en Brasil. Terminada su misión, regresó a Rio de Janeiro e ingresó en el Instituto Osvaldo Cruz, donde se dedicó al estudio de los protozoarios.

En la vida de Chagas, siempre fueron sempiternos los retos. En 1908, a pesar de su señalada juventud -29 años-, Osvaldo Cruz mostró una vez más la confianza que le tenía al encomendarle la dirección de una nueva y compleja campaña contra la malaria. En esta ocasión, en el pueblo de Lassance, Minas Gerais, donde se ejecutaba una importante obra para el desarrollo del país: la construcción del Ferrocarril central brasileño. Esta empresa corría el riesgo de ser cancelada por el gran número de obreros enfermos causados por la malaria. Pero nadie podía imaginar que en ese lugar tendría lugar uno de los descubrimientos más importantes de la medicina. Ahí, en medio de una gran actividad, trabajando en un viejo vagón de ferrocarril -habitado como laboratorio, consultorio y dormitorio-, encontró al transmisor, al parásito, y describió el cuadro clínico de una nueva enfermedad. Poco tiempo después se conoció como enfermedad de Chagas.

Descubrimiento de la enfermedad de Chagas

Instalado en Lassance, una de las primeras cosas que llamó poderosamente la atención del joven médico, fue la gran cantidad de enfermos que existía en la región. Las manifestaciones no coincidían con el cuadro que se describía normalmente en la malaria. Abundaban los pacientes con insuficiencia cardiaca, arritmias, muerte súbita, convulsiones y niños con cuadros febriles prologados. En una ocasión pernoctó en el alojamiento que ocupaba uno de los ingenieros de la empresa constructora y es cuando conoció de la existencia de un insecto hematófago, que llamaban barbeiros y que abundaba en las grietas de las paredes y los techos de todas las casuchas miserables de los trabajadores y habitantes de la zona; muchas de ellas construidas de barro, caña y paja. Supo que los moradores, se quejaban de las molestas picadas causadas por esos insectos, que no pocas veces llegaban a interrumpir el sueño.

Tanto interés mostró, que decidió examinar microscópicamente el contenido intestinal de los insectos. Se percató entonces que tenían unos protozoos flagelados, muy parecidos en cuanto a su morfología y movimiento a los tripanosomas que causan la enfermedad del sueño. Quiso entonces probar en monos, si la picadura del insecto provocaba alguna enfermedad, pero no tenía las condiciones iniciales mínimas para realizar esta investigación. Por esta razón, envió triatomas al Instituto Osvaldo Cruz, con el fin de que fueran analizados e inoculados experimentalmente los protozoos en animales de laboratorio. Poco tiempo después recibió la comunicación de que los animales infectados enfermaban.

Con estos conocimientos, presentía que los hombres podían sufrir una enfermedad causada por este microorganismo, que a su vez era trasmitida a través de los triatomas. El 23 de abril de 1908 encontró el primer caso de infección en humanos. Fue hecha en una niña de dos años llamada Berenice Soares de Moura. La paciente tenía fiebre elevada, infiltración generalizada, inflamación marcada del bazo, del hígado y los ganglios linfáticos. En ella encontró los tripanosomas en la sangre. Entonces, Chagas inoculó dos cobayos y dos monos con la sangre de Berenice. Los animales expuestos mostraron al poco tiempo la presencia de tripanosomas en la sangre. Ante este hallazgo decidió repetir dos veces más el experimento, donde logró iguales resultados. Un año después, en 1909, Chagas anunció su descubrimiento en dos comunicaciones breves. En estas, describió con exquisita redacción, no solo la taxonomía y el ciclo del parásito en el hombre y en el vector, sino las características de la enfermedad aguda en tres pacientes, los métodos de cultivo, las normas de reproducción en el laboratorio y las manifestaciones clínicas. En honor a su mentor y guía en sus estudios, Chagas denominó al parásito como Schizotrypanum cruzi, más tarde sería renombrado como Trypanosoma cruzi. Este respetuoso gesto de Chagas a Cruz, fue solo una pequeña muestra del eterno agradecimiento y reconocimiento hacia su profesor.

Después de una corroboración de sus resultados, por una comisión académica médica presidida por el mismo Osvaldo Cruz, se decide en una solemne cena bautizar la nueva enfermedad con el nombre de su descubridor. Por este descubrimiento recibió el 22 de junio de 1912 el primero y uno de los más preciados merecimientos internacionales, el «Premio Schaudinn» al mejor trabajo de parasitología y medicina tropical, otorgado por aquel entonces cada cuatro años, por uno de los más prestigiosos centros: el Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo, Alemania. Se debe reconocer, que en aquella oportunidad optaban por el galardón cuatro prestigiosos Premios Nobel.

A partir de este momento empezó a ser reconocida la eminencia de Chagas y fue colmado de honores y amistad con grandes científicos. Fue nominado dos veces a Premio Nobel de medicina. La primera vez en 1913, y la segunda en 1921; pero nunca le fue concedido por razones que aún en la actualidad parecen muy oscuras y que en otros momentos de la historia de nuestro continente se han repetido. El hecho inédito de que una misma persona logre descubrir el ciclo completo de una nueva enfermedad que afectaba a pueblos enteros, desde el parásito causante, hasta el ciclo biológico, la descripción clínica y los insectos transmisores, hacían más que lógica la expectativa de su premiación. Sin embargo, pudo influir la razón de ser latinoamericano, junto a la presión que hacían ciertas influencias de grupos opuestos y resentidos, que cuestionaban la existencia de la enfermedad de Chagas.

Pero no importó que se objetara su Nobel, su nombre fue desde entonces muy distinguido por la comunidad médica mundial y fue colmado de distinciones como: Caballero de la Orden de la Corona de Italia, Caballero de la Honra de la Legión de Francia, Comendador de la Orden de la Corona de Bélgica y Comendador de la Orden de Isabel la Católica, entre otros. Asumió con gran éxito, responsabilidades importantes, como la de director del Departamento de salud en Brasil y la dirección del Centro Internacional de Leprología en Rio. Tras la muerte de su mentor en 1917, aceptó la dirección del Instituto Osvaldo Cruz, un cargo que mantuvo hasta su muerte. Creó una escuela de enfermería y fue fundador del concepto de medicina sanitaria. Un año antes de su muerte, ante una generación de médicos graduados, había destacado: «Señores, las aplicaciones prácticas de la higiene y de la medicina tropical han destruido el prejuicio de un clima fatal; el método científico ha conquistado la insalubridad de los trópicos».

Carlos Chagas murió el 9 de noviembre de 1934 en Rio de Janeiro, como consecuencia de un infarto cardiaco a los 55 años de edad. La historia de la vida de este científico latinoamericano es una lección de sencillez, humildad, modestia y consagración. Fue ejemplo de inteligencia puesta al servicio de los desposeídos, sus estudios abrieron inmensos campos de la investigación y descubrieron una tragedia continental que aún persevera en la actualidad. Contó su hijo, que el día antes de su muerte había trabajado hasta pasada la media noche en una conferencia que debía dar en la fatídica fecha de su muerte, sobre un tema que conocía mejor que nadie...: «la enfermedad de Chagas».

Fuentes bibliográficas
Moncayo A. Carlos Chagas: biographical sketch. Acta Trop. 2010 Jul-Aug;115(1-2):1-4.
Schapachnik E, Riera AR, Dubner S, Filho CF, Uchida AH, Ferreira C. Dr. Carlos Justiniano Ribeiro das Chagas (1879-1934): A giant of the Third World. Cardiol J. 2009;16(6):592-3.


 
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