jueves, 25 de abril de 2024
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Titulares

Epónimos. «Laënnec, el invento del estetoscopio y la imperfección de una cirrosis que lleva su nombre»

Por: Dr.C. Julio César Hernández Perera.

Rene Theophile Hyacinthe Laënnec, o simplemente Laennec, como se muestra casi siempre en nuestro ámbito, es apreciado en la historia de la medicina como uno de los principales maestros del diagnóstico clínico. Se le reconoce principalmente, por ser el inventor del estetoscopio, ese instrumento tan familiar, que en ocasiones ha tenido una esencia mítica, sobre todo, cuando como un talismán cuelga del cuello y se convierte en un símbolo de tanta fuerza, que es capaz de identificar en cualquier parte del mundo al médico y a su buena labor. También se ha ganado el lugar de ser símbolo por antonomasia de los internistas, como el bisturí lo es para los cirujanos. Es accesorio imprescindible para la práctica médica, y ha conseguido lidiar con el tiempo como algo indefectible. Todo ello, a pesar de los agigantados adelantos tecnológicos que en la actualidad nunca encontrarán, por el momento, cómo suplir lo que se obtiene con un buen examen físico, y lo que se razona y orienta por medio de un «simple estetoscopio».

Después de esta breve introducción, estamos precisados de exponer aspectos de la vida de este afamado médico francés. Nació el 17 de febrero de 1781 en Quimper, una localidad de Britania, Francia. Fue el mayor de tres hermanos y tenía 5 años de edad cuando quedó huérfano de madre. Se alega que ella murió de tuberculosis a los 32 años de edad. Su padre, abogado de profesión, no podía asumir su custodia, por lo que pasó a la protección de Abbé Laënnec, un tío abuelo. Desde niño sufrió por una salud muy quebrantada. Padecía de fatigas, estados febriles frecuentes y se ha llegado a la conclusión de que también era asmático.

A la edad de 12 años estuvo bajo la tutela de su tío, Dr. Guillaume Françoise Laënnec, quien era decano de la Facultad de Medicina de la universidad. En aquel entonces, la situación que vivía el país era muy compleja y turbulenta. Eran los momentos en que se desarrollaba la Revolución francesa, y a pesar de esta situación, Laennec pudo proseguir de manera satisfactoria su educación. También empezaba a sentirse atraído por la medicina bajo la influencia de su tío. A los 14 años de edad participó en el cuidado de heridos de guerra en la ciudad de Nantes. Cuatro años más tarde sirvió en el hospital militar de la misma ciudad, con el rango de cirujano de tercera clase, y con relativa rapidez, fue promovido a funciones superiores.

En 1800, a la edad de 19 años, fue a París e ingresó en la Escuela de Medicina. Importantes personalidades fueron sus profesores, entre ellos se destacaron dos grandes maestros que ejercieron gran influencia en su formación, Guillaume Dupuytren y Nicolas Corvisart de Marest. El último, ejercía como médico personal de Napoleón.

Los dos, tuvieron la celebridad de cultivar en Laennec el arte, casi olvidado, de la percusión. Esta técnica, que fue descrita en 1761 por el médico austriaco Leopold Auenbrugger, pocas veces era reconocida o extendida en aquellos momentos como útil en la exploración física de los enfermos. Es posible, que el rápido acercamiento que experimentó Laennec a los secretos del examen físico mediante la percusión, y con posterioridad, la auscultación, esté relacionado con su talento musical. La música le cautivaba y por eso, también se hallaba a gusto cuando tocaba la flauta.

Estudió disección en el conocido laboratorio de Dupuytren, lugar donde se había introducido la práctica de la patología macroscópica en la cirugía, y el concepto de enfermedad y su comparación con las condiciones anatómicas. Laennec también fue muy afortunado en estudiar con otros famosos maestros de la época, como Gaspar Laurent Bayle, Marie Francois Xavier Bichat y Jean-Jacques Leroux de Tillest.

Al año de estar en la Escuela de Medicina, Laennec obtuvo el primer lugar en dos premios otorgados por Medicina y Cirugía, respectivamente. En el año 1802, siendo aún estudiante, publicó su primer trabajo, que se continuaron rápidamente con otros relacionados con la peritonitis, la amenorrea y la enfermedad hepática. Sirvió también como editor de la revista «Journal de Médicine».

Como es de esperar, su reputación aumentaba. Trabajaba de manera ardua, y anunció e introdujo la clasificación de las lesiones anatómicas como tipo «encefaloide» y «cirrosa». Ello constituía un avance para su época. También anunció que las lesiones tuberculosas pueden estar presentes en todos los órganos, que hasta ese momento solo eran reconocidas en los pulmones. En 1804 se graduó de médico, y se hizo asociado de la «Sociedad de la Escuela de Medicina».

Problemas personales como, las muertes de un tío y un hermano por tuberculosis, las dificultades financieras y la ruptura de relaciones con Dupuytren, contribuyeron a la descontinuación de la línea de trabajo que desarrollaba; se unía a ello, el deterioro de su estado de salud. Por eso, había decidido regresar a Britania por un tiempo breve, en aras de buscar una recuperación. Regresó a París y es designado editor accionista de la revista «Journal de Médicine». Ejercía la práctica médica privada y se sintió frustrado al no alcanzar el título de «senior physician», en un hospital de París. Por su propia iniciativa, fundó en 1808 el «Ateneo Médico», que posteriormente dio lugar a la «Sociedad Académica de París». Poco tiempo después, fue nombrado médico personal del Cardenal Joseph Fesh, tío de Napoleón I. Durante este periodo de tiempo, Laennec escribió algunos artículos médicos de anatomía patológica.

En el periodo de 1812 a 1813 participó en la atención de heridos de guerra de los conflictos bélicos de Francia. En 1816, una vez que regresa la monarquía al país, se le ofrece el puesto de médico en el hospital de Necker en París, cargo que aceptó con mucha satisfacción. En este centro asistencial fue donde realizó sus mayores contribuciones a la medicina. En julio de 1822 fue nombrado profesor de Medicina del «Colegio de Francia». En enero de 1823, pasa a ser miembro pleno de la Academia Francesa de Medicina y profesor de la clínica médica de la «Charité». Como profesor universitario, ganó fama de renombre internacional, a tal punto, que en un momento se llegó a declarar que esperaban hasta 50 personas para ser sus discípulos. Se le reconocía por su generosidad y era muy querido por sus estudiantes y colegas. En agosto de 1824, fue hecho «Caballero de la Legión de Honor». Como es de esperar, su fama lo llevó a atender a personas muy distinguidas de la época como Madame de Staël y varios cardenales.

En 1824, dos años antes de morir tempranamente -a los 45 años de edad-, se casó con una de sus primas, Jaquette Guichard. Ella salió embarazada pero abortó y con ello, la posibilidad de tener una descendencia. Pudo ser este un hecho que contribuyó adicionalmente al deterioro vertiginoso de la salud de Laennec. Los síntomas apuntaban al diagnóstico de tuberculosis, una enfermedad que posiblemente la haya contraído en 1803, cuando se hizo una herida en las manos durante la autopsia de un cadáver con enfermedad de Pott.

En mayo de 1826, la fiebre, la tos productiva y la dificultad respiratoria lo forzaron a retornar a Britania, donde pretendía que el clima de la región lo ayudara a recuperarse. Durante el último mes de su vida, contó con la asistencia de un sobrino llamado Mériadec. A él pedía que le describiera todo lo que oía durante la auscultación de su tórax. Los hallazgos le eran signos muy conocidos, y sabía que el pronóstico no era el mejor. Por medio de su propio invento, supo que no podía escapar de la muerte y de la ironía que la vida le había deparado, una enfermedad a la que tanto tiempo le había dedicado. Murió el 13 de agosto de 1826 en Kerlouanec. Poco antes de fallecer, le había donado al sobrino que lo había auxiliado, su estetoscopio, todos sus documentos científicos, su reloj de pulsera y su anillo, y con estas palabras profesó, «por encima de todas las cosas, mi estetoscopio, que es la mejor parte de mi patrimonio».

¿Cómo Laennec logró inventar el estetoscopio?

Durante una mañana fría de septiembre de 1816, mientras caminaba por el patio del Palacio del Louvre, en París, Laennec se detuvo a observar como dos niños jugaban con un pedazo largo de manera. Uno de ellos se colocaba un extremo del madero junto al oído, y se abstraía mientras escuchaba las señales amplificadas que su compañero le trasmitía al raspar la pieza de madera con una clavija. Tenía el médico francés 35 años de edad, cuando quedó representada en su memoria la grata imagen del juego de estos dos infantes.

Se dice, que un año después, fue llamado para atender a una mujer joven que refería tener síntomas de una enfermedad cardiaca. La sola palpación y percusión, eran maniobras que ofrecían muy poca ayuda en el diagnóstico. Entonces debía recurrir a la auscultación directa, que consistía en pegar el oído en el pecho de la enferma, pero el médico no hallaba anuencia para realizarlo. El pudor -la edad y el sexo- y la gordura de la paciente eran las mayores dificultades. En aquel momento embarazoso, se acordó entonces de la experiencia vivida con los dos niños, que le sirvieron de inspiración. Tomó una hoja de un cuaderno de apuntes, lo enrolló y colocó un extremo en la región de su oído, el otro extremo era aplicado directamente en el pecho de la enferma. Se sorprendió al oír con mayor claridad los latidos cardiacos, comparados con el método que hasta ese momento empleaba. Había surgido así, la idea del estetoscopio y de la «auscultación mediata».

A partir de ese encuentro, el médico dedicó tres años en probar diferentes materiales para realizar tubos, con diseños que perfeccionaba y probaba en la auscultación de enfermos con neumonía. Después de una cuidadosa fase de experimentación, presentó como modelo un tubo de madera de 3,5 cm de diámetro y 25 cm de largo, que fue el precursor del estetoscopio moderno. Este instrumento rápidamente sufrió adaptaciones realizadas por el mismo Laennec, al asociarle un adaptador destinado a la auscultación del corazón. Para hacerlo más maniobrable y transportable, fue hecha en tres partes que fácilmente se ensamblaban.

Los sonidos captados con este instrumento en el corazón y en los pulmones, fueron investigados por Laennec. Se apoyaba en la descripción minuciosa de lo que sus oídos percibían, y después lo correlacionaba con los hallazgos de las necropsias. En 1818 presentó sus experiencias e investigaciones con el estetoscopio en la «Academia de Ciencias», en París. En 1819 publicó la primera versión de un libro donde recogía en dos volúmenes sus descubrimientos, el trabajo se titulaba, «De l´auscultation médiate ou Traité du Diagnostic des Maladies des Poumon et du Coeur». En 1826, el mismo año de su muerte, se publicó una segunda edición revisada del libro. Se puede señalar que ambas ediciones tuvieron una gran acogida en la comunidad médica, no obstante, se destaca que fueron mayores cuando se realizaron la tercera -en 1831- y la cuarta -en 1837-, ambas, después de su muerte.

Laennec producía los estetoscopios, y para ello empleaba cedro y ébano que él mismo torneaba. Llegó a hacer la asombrosa cantidad 3500 ejemplares en tres modelos diferentes. Los vendía a precios muy económicos junto con un ejemplar de la primera edición del libro publicado. Existe una anécdota fascinante relacionada con este pasaje de la vida de Laennec. Entre los pupilos que tuvo y que venían de otras latitudes, se encontraba el joven inglés Thomas Hodgkin, quien más tarde sería reconocido como un médico de alto prestigio y que muchos asocian por la enfermedad que lleva su apellido. Él le compró a su profesor un estetoscopio, que se llevó consigo al terminar su estancia. Con posterioridad, lo presentó como algo muy novedoso ante la Sociedad Física de Guy de Inglaterra, y así colaboró con la expansión de este instrumento en el mundo.

El estetoscopio de madera de Laennec fue usado hasta finales de la primera mitad del siglo XIX, cuando, escudados en nuevos descubrimientos como los tubos de goma, se empezaron a desarrollar nuevos modelos.

Por cierto, el término estetoscopio también es obra de Laennec. Él hablaba muy bien el griego y el latín, y la terminología propuesta se origina del griego «stethos», que significa pecho, y «scopein» que significa observar o ver. Así, dejaba claro su criterio de que a través de este instrumento, el clínico podía ver las lesiones ocultas dentro del tórax. Varios autores propusieron otros nombres como, pectoriloquio, sonómetro o toraciloquio; sin embargo, fueron descartados y como es de esperar, pasaron al olvido. Por supuesto, la terminología tiene en la actualidad dos inconvenientes. El primero, que no solo se emplea para explorar el tórax, sino que también se puede usar con otros fines como explorar los ruidos hidroaéreos del abdomen y la tensión arterial. El segundo inconveniente relacionado con la terminología, es que con los nuevos adelantos existen equipos que sí permiten ver dentro del tórax, como los endoscopios y los toracoscopios.

Contribuciones de Laennec al estudio de las enfermedades pulmonares y cardiacas

Como han podido ver, la tuberculosis fue un azote en la época que le tocó vivir a Laennec. En aquellos momentos no era apreciada como una enfermedad de causa infecciosa. Según estimados, se calcula que una de cada cuarto muertes era provocada por la tuberculosis, y por eso, era denominada como el «Capitán de los hombres de la muerte». De hecho, la vida familiar de Laennec siempre estuvo rodeada por esa afección. También murieron en edades tempranas por tuberculosis algunos de sus mentores como Bichat, en 1802, y Bayle, en 1816.

Laennec estuvo muy interesado en los misterios del tórax. Estudiaba a muchos pacientes y acostumbraba a comparar sus observaciones con los hallazgos de las autopsias. Durante estos ejercicios, observaba que los pulmones de los pacientes tuberculosos, con frecuencia estaban llenos de fluidos, pus o cavidades. Así, aprendió a reconocer clínicamente las neumonías, las bronquiectasias, los derrames pleurales, los neumotórax y otras enfermedades pulmonares. Todos, solamente a través de los sonidos escuchados por medio del estetoscopio.

Con respecto al estudio de las enfermedades cardiacas, en sus dos libros no se encuentran con igual profundidad, aspectos relacionados con el corazón. En aquellos momentos existían muchas lagunas relacionadas con la fisiología cardíaca. No obstante, fue capaz de distinguir dos ruidos cardiacos, que atribuyó en aquel momento a la sístole ventricular -el primer ruido-, y a la sístole auricular -el segundo ruido. Aunque fue una interpretación errónea, persistió este criterio hasta 1828, cuando John Turner, un profesor de cirugía de Edimburgo, rectificó el enfoque que se la había dado a la génesis de los ruidos cardiacos.

La melanosis, aneurisma disecante, terminologías también propuestas por Laennec

Siendo aún estudiante de medicina, Laennec presentó una conferencia de melanoma en 1804. Esta conferencia fue publicada posteriormente en 1806. Tiene el mérito de ser el primero en distinguir que las lesiones melanóticas eran lesiones metastásicas de melanoma y no granulomas tuberculosos negros o depósitos de carbón -antracosis-, que con frecuencia eran hallazgos en las autopsias. Así acuñó el término de «melanosis», que provenía del griego, y que servía para describir a estos tumores en virtud del color negro que las distinguían.

También Laennec introdujo el término de «aneurisma disecante», que apareció por primera vez en la segunda edición de su tratado en 1826.

La cirrosis de Laennec

Este tema está lleno de controversias y debates muy interesantes. Mucho azar y determinadas coincidencias hicieron que se nombrara a la cirrosis con su nombre, epónimo que fue empleado durante mucho tiempo como sinónimo de cirrosis micronodular o alcohólica y actualmente en desuso. Pero es oportuno señalar que no fue Laennec quien reconoció la enfermedad por primera vez, ni el que hizo la mejor descripción. Entonces..., ¿qué pasó?

Laennec acuñó la terminología de cirrosis derivada del griego «kirrhos» que significa «amarillo tostado», empleado por primera vez en la segunda edición de su tratado, publicado en 1826, donde hace referencia, en una nota al pie de página, sobre una descripción incidental del hígado atrófico y nodular de un paciente llamado Jean Edme. Sin embargo, la primera descripción de la enfermedad fue realizada mucho antes, en el siglo XVIII y XIX, por los patólogos británicos John Browne y Mathew Baillie. Incluso, Baillie refirió la asociación entre la enfermedad y el consumo excesivo de alcohol, aspecto que Laennec nunca señaló en sus textos.

La descripción que hacía Laennec de la enfermedad hepática recibió algunas críticas por sus teorías e inconsistencias. No obstante, gracias a los aportes realizados con la auscultación, su reputación era muy alta y sus libros eran traducidos de manera acelerada a otros idiomas, entre ellos, el inglés. Algún que otro error de traducción u omisión pudo verse también implicado en la descripción y definición de la enfermedad hepática denominada como cirrosis. Hasta que llegó la creación de un libro de medicina que en su tiempo tuvo una gran repercusión. Este libro, titulado «Principles and Practice of Medicine», fue escrito por William Osler, y entre los años 1892 y 1925 fue el texto más empleado en las escuelas de medicina de Norteamérica e Inglaterra. Tuvo 10 ediciones en inglés y algunas traducciones, incluido al idioma chino. Desde la primera edición, se le denominó a la forma atrófica de la cirrosis portal como «cirrosis de Laennec», asociado al alcoholismo crónico y a la desnutrición. Posiblemente sea esta la primera vez que se hace mención a este epónimo tan polémico en la historia de la medicina.

Pero veamos este hecho como una deuda que la humanidad tiene con este personaje y así reconocerle los grandes aportes hechos a la medicina, principalmente en el campo de la neumología y la tisiología. Quizás, también se tomen como ciertas estas palabras a manera de colofón que podemos tomar como una fábula:

Muchas personas interesadas en la historia de la ciencia, concuerden con las palabras de Louis Pasteur: «En los campos de la observación, el azar favorece sólo a la mente preparada». Pero..., ¿cuántos científicos están preparados realmente para detenerse a observar un juego de niños? Uno de ellos, fue Laennec.

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