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Chernóbil, PROGRAMA HUMANITARIO CUBANO



“Creer en la esperanza”, autor: Yaima Puig Meneses, 25 de abril del 2009, periódico Granma, página 8.

Villa Amistad, en Tarará, es para muchos un lugar bendecido por el tiempo y los sueños, un pedacito de vida, de esperanzas... localizado a unos 20 kilómetros al este de la capital, muestra más allá del agradable espectáculo que conforman su conjunto arquitectónico y el mar, la inmensidad de nuestros sentimientos solidarios.

Niños de TararáLos niños son los principales beneficiados con este programa humanitario; hasta la fecha se han realizado seis transplantes de médula ósea y dos de riñón.

Aquí se desarrolla desde 1990 el programa de atención médica integral, creado por Cuba para la rehabilitación de las víctimas del accidente nuclear de Chernobil, ocurrido el 26 de abril de 1986.

Un mundo nace

Dania María y Alexander nacieron en Cuba. Son niños sanos y hermosos para satisfacción de sus familiares, pero sobre todo de Vladimir, su padre, un joven ucraniano que quiere mucho a nuestra Patria. Vladimir llegó a Cuba con solo 16 años de edad, enfermo de leucemia y con pocas esperanzas de vida. Hoy tiene más de 30 y no deja de agradecer la existencia de este programa humanitario. "¿Quiere algo más importante que la satisfacción de ver a mis dos pequeños saludables? Y eso es gracias a este país, a sus médicos, a los cubanos, a la humanidad con que cada día nos sorprenden.

Escuela de alumnos ucranianos en TararáEn Villa Amistad los pequeños también disponen de una escuela con maestros ucranianos y a la que asisten diariamente.

"Sabemos que los especialistas hacen un esfuerzo extraordinario, su atención es muy dedicada para con nuestros niños y eso lo agradecemos infinitamente", resalta Liudmila la madre de Maksin, un joven que hace cuatro meses recibe tratamiento aquí.

Como Maksin, cada año llegan a Cuba entre 700 y 800 infantes, principales beneficiados con el programa humanitario. Y encuentran un hogar en cada una de las 67 casas de Villa Amistad. Años atrás, eran alrededor de 2 000 personas, pero en la actualidad solo Ucrania envía a sus niños regularmente.

Más de 200 trabajadores laboran en este recinto. Muchos de ellos llevan tanto tiempo allí que no imaginan sus vidas sin el cariño de estos niños.

"Es una responsabilidad incomparable, que nos llena también de inmensa satisfacción al poder devolver al menos un poquito de felicidad a personas tan necesitadas de asistencia médica y comprensión", resalta la doctora Xenia Laurenti quien comenzó a trabajar en el programa en 1990.

También Esteban, Julio, Viviana, Farah María y otros eran muy jóvenes cuando se incorporaron al centro; en Tarará transcurrió gran parte de sus vidas, pero no se arrepienten. Tampoco los de más reciente ingreso como la enfermera Cristina Sandoval, o la seño Yorsari.

Y es que esta pequeña ciudad desborda altruismo. Hay historias conmovedoras que desgarran el alma, pero aquí los pequeños se sienten protegidos y sonríen; los padres confían y agradecen: "En Ucrania a veces la sociedad es cruel con los niños que tienen malformaciones, pero aquí todo es distinto, nadie los juzga ni los aparta", afirma Svetlana una madre que está por tercera vez en Cuba con su hija para continuar el tratamiento requerido por su problema de crecimiento en las extremidades.

Programa de emociones profundas

En nuestro país se valora mucho la actitud de Cuba y la profesionalidad de sus médicos. La mejor muestra de ello está en el gran número de pacientes que cada año retornan curados, destaca la doctora ucraniana Nadiezhda Guerazimenko, organizadora del Programa en ese Estado europeo.

Muchas personas, ajenas a nuestras concepciones, todavía se preguntan qué persigue Cuba con este programa gratuito, el cual cumple el próximo año dos décadas a pesar de la difícil situación económica. "Sencillamente no damos lo que nos sobra, sino compartimos lo que tenemos", destaca el doctor Julio Medina, coordinador general del programa en la Isla.

"El plan de rehabilitación tiene un impacto significativo en la salud y recuperación de los niños y sus familias", asegura el doctor Medina. Desde 1990 han sido atendidas más de 24 000 personas dañadas por la radioactividad. Estos pacientes proceden de Rusia, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, Armenia y otros países.

Hiperplasia tiroidea, gastritis, malformaciones, vitiligo y alopecia son los padecimientos más comunes en estos pacientes que por lo general vienen muy perjudicados no solo por las dolencias médicas, sino también por los efectos psicológicos del padecimiento y necesitan de una atención dedicada y constante, explica la doctora Xenia Laurenti, vicedirectora médica del programa de rehabilitación.

Y agrega: "Cuando llegan son muy tímidos y apenas salen de las habitaciones, pero luego, en el contacto diario con nuestros trabajadores y otros niños también enfermos, cambian su actitud".

Pero detrás de estos casi 20 años no solo está la esmerada y distinguida labor de los profesionales de la salud, sino también de otros hombres y mujeres que se entregan sin reservas a esta gran obra solidaria. Sobre ellos también se habla allende los mares.

Encontramos así a personas como Viviana Mardina Álvarez, camarera que trabaja en el centro hace 20 años y para muchos es ya parte de la familia. "Hemos estado en tres ocasiones en Cuba y desde que conocemos a Viviana no podemos quejarnos de su atención, de su constante interés porque nos sintamos a gusto, como si esta fuera nuestra casa", comenta Svetlana, la madre de Anastasia una joven que vino por primera vez a Cuba en el 2002.

"Este es un programa de emociones profundas; donde cada uno de nosotros determina en la recuperación de los enfermos, desde un médico hasta la seño que trabaja en el comedor, subraya Esteban Gómez, director de la sucursal de operaciones de la División de programas de la Revolución en Villa Amistad.

Y los motivos se multiplican a tan gran escala que nadie que visite el lugar puede permanecer impasible. El programa de atención médica a los niños de Chernobil en Cuba es una historia de pequeños que regresan a la vida y sueñan, otro de los tantos proyectos edificantes que compartimos con el mundo y en el que nuestros hombres y mujeres también convidan día a día a creer en la esperanza.

El accidente

El 26 de abril de 1986 ocurrió el peor accidente nuclear de la historia de la humanidad. La explosión del reactor IV de la central de Chernobil, en Ucrania, liberó gran cantidad de partículas radioactivas al medio ambiente lo cual trajo consigo la contaminación de grandes zonas.

Las secuelas, aún hoy, 23 años después del desastre, son dolorosas y traumáticas para muchos, sobre todo para los niños que nacen con padecimientos graves y enfermedades congénitas.

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: Editora principal. Especialista I grado en Medicina General lntegral y Vicedirectora de Atención Hospitalaria | Hospital Pediátrico de Tarará, MINSAP | 19 #19 e/ 10 y 12 - Villa Tarara Habana del este, Ciudad de La Habana, 10900 Cuba | Teléfs.: (537) 7971000 y (537) 7971536, Horario de atención: lunes a viernes, de 8:30 a.m. a 5:00 p.m.


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