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sábado, 20 de abril de 2024

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La incesante evolución de las palabras

Fuente: Castellano.org

LeyendoEl lenguaje es un organismo vivo y, como tal, evoluciona sin cesar, las palabras van cambiando de sentido de lugar en lugar con el tiempo y, en muchas ocasiones, adquieren significados muy distintos del original, a tal punto que su significado primigenio puede extraviarse en el transcurrir del uso de los hablantes. Hay palabras que en la actualidad se pueden entender erróneamente con un significado dado y que en su origen no lo tenían ni está registrado actualmente en los diccionarios. El caso que ahora nos ocupa es el de las palabras que parecen tener un significado en el uso pero que no ha sido aceptado y, muy probablemente, podamos enmendar con base en el significado aceptado por los académicos.

Veamos, por ejemplo, la palabra «extinción» (acción y efecto de extinguir o extinguirse), que aparece con este significado en los diccionarios de la Real Academia Española desde 1791 hasta la edición de 2001. Dentro del ámbito de las ciencias biológicas, la acepción de «extinguir» que interesa es, en el diccionario RAE U 1791, acabar de raíz, o del todo con alguna cosa. En la edición de 2001 aparece como: Hacer que cesen o se acaben del todo ciertas cosas que desaparecen gradualmente, como un sonido, un afecto, una vida. Como se puede apreciar, a través de los años, el concepto no ha cambiado. Esto nos lleva al punto en discusión. Es muy común que se utilice mal este término cuando se habla de especies biológicas, es decir, muchas veces escuchamos que tal o cual especie está extinta. Aquí hay dos casos, el correcto, cuando hablamos de una especie cuyos integrantes han muerto todos, que ya no existe en el planeta, como el pájaro dodo (Raphus cucullatus) o la paloma viajera (Ectopistes migratorius) y el caso erróneo, cuando se dice que la especie está extinta en un área en particular, en tal o cual país o en su ambiente silvestre. Si tomamos un momento para volver a leer la definición de «extinguir», nos daremos cuenta que no se puede interpretar que se trata de una porción, sino de un todo, porque como dicen los ambientalistas, la extinción es para siempre. Algunos autores dentro del medio de las ciencias biológicas (Dr. Salvador Contreras Balderas, comunicación personal) han propuesto usar el término «extirpación» para el caso en que la desaparición es parcial. Pero esto no resuelve el problema lingüístico pues la extirpación también es para siempre. Podríamos decir, de manera subjetiva, que una especie dada está extirpada de una zona, mas no extinta pues todavía existen especímenes en otros lugares, ya sean silvestres o en cautiverio. Desgraciadamente, en el terreno lingüístico, la definición que los diccionarios de la Real Academia dan para extirpar no ayuda. Desde 1791, el significado de «extirpar» es: Arrancar de cuajo o de raíz. Acabar del todo con una cosa, de modo que cese de existir, como los vicios, abusos, etc. Sin embargo, la parte rescatable está en hacer énfasis en que no se puede hablar de extinción parcial. Esto es, se extirpa un órgano o un miembro, no se extirpa la vida. Pero más allá de lo poético que pueda sonar, falta una palabra para nombrar esta característica y algunas otras candidatas podrían ser eliminar, erradicar o expulsar, aunque sólo el uso dictará cuál es la preferida. Sin embargo, el uso se ve fuertemente influenciado por la difusión que se haga de alguno de estos términos y, al parecer, esta podría ser la punta de lanza para evitar el uso de extinción cuando todavía existan especímenes de la especie en cuestión.

Otro grupo de términos que ha obtenido un significado distinto del original es el que forman «ecología» y «ecológico». Estas palabras aparecen por primera vez en los diccionarios académicos en 1936 (Ecología. Parte de la biología que estudia las relaciones existentes entre los organismos y el medio en que viven. Ecológico. Perteneciente o relativo a la ecología.). Para 1984, el Diccionario Usual de la Real Academia Española (RAE U) incluye una acepción nueva para «ecología»: Parte de la sociología que estudia la relación entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social. Ese mismo año, 1984, el Diccionario manual e ilustrado, Tomo III (RAE M) define ecología como: Ciencia que estudia las relaciones existentes entre los seres vivientes y el medio ambiente en que viven. Actualmente se aplica con preferencia al análisis de las perturbaciones provocadas por la moderna industrialización en el equilibrio de la naturaleza.// Parte de la sociología que estudia la relación entre los grupos humanos y su ambiente, tanto físico como social. Pero en la edición de 1989 del RAE M, desaparece el párrafo de «Actualmente se aplica con preferencia al análisis de...». Esto sigue así hasta la edición de 2001. Entonces surge la pregunta, ¿por qué lo verde es ecológico? ¿Será que un taxi pintado de verde es un taxi ecológico? ¿Por qué un motor que emite menos gases tóxicos al ambiente es ecológico? Otros ejemplos absurdos que parecen haber tomado un espacio en el habla actual incluyen a las bolsas de basura ecológicas, cuando por lo general se refieren a bolsas fabricadas con materiales biodegradables, en el mejor de los casos pues por lo general son de plástico, y el lema «cuida la ecología» cuando lo que se pretende es que se cuide el ambiente o el ecosistema, porque cuidar la ecología podría referirse al cuidado de los aspectos metodológicos en esa ciencia. Tiempo atrás, pocas cosas eran «ecológicas», los estudios, experimentos o análisis; en la actualidad, ya casi todo puede ser «ecológico», hasta la basura.

Clima MundialClima
es otra palabra que por su uso indiscriminado, ya parece correcta en el sentido de describir el estado del tiempo. La mayoría de los noticieros, periódicos y sitios en la red que nos dicen cómo va a ser, meteorológicamente hablando, el día de mañana, usan la palabra clima: El clima para mañana será soleado descomponiéndose hacia la tarde con probabilidad de lluvia. Otro ejemplo de error de interpretación de los términos y la poca importancia que se le da a su uso correcto. En este caso, la Real Academia todavía no incluye esta acepción para clima. Las acepciones que nos interesan en este caso son: Conjunto de condiciones atmosféricas que caracterizan una región. Temperatura particular y demás condiciones atmosféricas y telúricas de cada país. Por su parte, el mismo diccionario (RAE U 2001) incluye, dentro de tiempo, la acepción de «estado atmosférico». Para una experta en estos temas (M. en C. Enriqueta García de Miranda), el tiempo, desde el punto de vista climático, es la suma total de las propiedades físicas de la atmósfera, o sea de los elementos, en un período cronológico corto, es el estado momentáneo de la atmósfera, y clima, es entonces, el estado más frecuente de la atmósfera en un lugar determinado. El tiempo varía de un día a otro, el clima de un lugar a otro. Esto es, que el clima en la ciudad de México, Madrid o Buenos Aires no ha cambiado en cientos o miles de años, mientras que el estado del tiempo cambia constantemente, día a día, hora a hora. En conclusión, los programas informativos nos dan el pronóstico del estado del tiempo, no del clima.

Un ejemplo más de estas palabras que evolucionan hasta adquirir un significado diferente del original es el vocablo «exótico». Es muy común que el lector piense en climas tropicales, palmeras y playas de cristalinas y cálidas aguas cuando escucha esta palabra. Nada más alejado de la realidad. Veamos el paso de esta palabra por los diccionarios de la Real Academia Española. «Exótico» aparece desde la edición del Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (RAE A) 1732 (Extrangéro, advenedizo, peregrino). Para 1791, incluye el comentario: Dícese más comúnmente de las voces, plantas y drogas, y desparece «advenedizo» dentro del significado. En el RAE U 1925 y RAE M 1927 encontramos que ya se incluye la palabra «exotiquez» para referirse a la calidad de exótico. En el RAE U 1936 hace su aparición el vocablo «exoticidad» con la misma acepción que «exotiquez», y «exótico» admite otra acepción: 2. Extraño, chocante, extravagante. Para 1984 (RAE U), ya «exoticidad» y «exotiquez» refieren a «exotismo» (Calidad de exótico). Aquí ya ha desaparecido el comentario referente a «Dícese más comúnmente de las voces, plantas y drogas» pero agrega en la acepción: «extranjero, peregrino, y especialmente si procede de país lejano». Sin embargo, la edición del RAE M 1984 incluye dentro de «exotismo» el significado: Tendencia de asimilar formas y estilos artísticos de un país o cultura distintos de los propios. Para la edición 2001 del RAE U, las acepciones para «exótico» son: 1. Extranjero, peregrino, especialmente si procede de país lejano; 2. Extraño, chocante, extravagante y; 3. Méx. bailarina de cabaré. Nada en este recorrido nos habla de trópicos, playas y arena. Exótico, simplemente, se refiere a algo que nos es extraño, que viene de o está en un lugar alejado. Aquí es donde cabe dar la pauta para afirmar que es un error hablar de especies exóticas sólo por el hecho de que son especies tropicales. Es decir, para un europeo puede ser que un loro sea una especie exótica, pero no para un habitante de México, Guatemala o República Dominicana. En estos tres últimos países, un pingüino, un elefante o el oso polar sí que serían animales exóticos. En el ámbito de las ciencias biológicas, es muy importante esta diferencia entre especies exóticas (las que no son oriundas del lugar) y las especies nativas. Por ejemplo, en la América tropical, cualquier habitante de una ciudad está habituado a ver la llamada paloma doméstica (Columba livia) y a pensar que se trata de un animal nativo, nunca diría que se trata de un animal exótico. Pero si ve un caimán (especie de cocodrilo), no dudaría en decir que se trata de una especie exótica. Regresando al uso correcto del vocablo, en el continente americano, la paloma antes mencionada sería el animal exótico (traído de Europa) y el caimán sería la especie nativa, pues aunque no se le vea en la ciudad (en algunas, al menos), su hábitat originario siempre estará más cercano que el de la paloma doméstica.

MaratónFinalmente, otra palabra que ha taladrado hasta establecerse en el uso cotidiano y en los diccionarios es el adjetivo «panamericano» para referirse a la totalidad del continente americano. Por ejemplo, se habla de los Juegos Panamericanos, la competencia deportiva que incluye a la totalidad de los países de América. ¿Por qué no simplemente Juegos Americanos? Se trata de otro de los vicios en que el hablante cae: el uso de anglicismos. Para los estadounidenses es normal hablar de «Pan American», pues si sólo dijeran «American» estarían hablando exclusivamente de su país, así que ellos necesitan hablar de «Pan American» para referirse a todo el continente. El término (panamericano) aparece en el RAE U 1925 como: Perteneciente o relativo al panamericanismo, y «panamericanismo» está definido como: Tendencia o aspiración de algunos americanos a que las repúblicas del Nuevo Mundo se confederen para combatir la influencia extraña, principalmente la europea. De aquí, observamos una evolución muy interesante del término en los diccionarios académicos. El RAE U 1956 ya indicaba: Tendencia a fomentar las relaciones de todo orden entre los países del Hemisferio Occidental, principalmente entre los Estados Unidos de Norteamérica y los países hispanoamericanos. Esta definición se conserva en el RAE U 2001. Por otro lado, la definición de «panamericano» permanece sin cambios desde 1925 hasta 1992. Ya en 2001, aparece una nueva definición: Perteneciente o relativo a la totalidad de los países americanos. ¿A qué se debe este cambio en la interpretación del término? ¿Vasallaje lingüístico? Creo que no son pocos los que menean la cabeza ante el uso de la partícula pan. Bastaría con usar «americano» para referirnos, en español, a todos los países del continente.

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