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Trabajar durante hace ya casi 30 años en el CNICM ha sido lo mejor que me ha podido pasar profesionalmente, pues en este lugar inicie mi vida laboral atendiendo a los usuarios en la sala de lectura, en él aprendí a amar la profesión de bibliotecaria y de las ciencias de la información, pues se me han presentado muchas oportunidades

En esto tengo que señalar que algo que me ha ayudado mucho ha sido que nunca digo, no puedo o no sé hacerlo, siempre mi decisión ha sido intentar, probar, y eso me ha dado la oportunidad de enfrentarme a nuevos retos profesionales.CCuando terminé el bachillerato y decidí seguir estudios técnicos se me presentaron dos opciones, dietista o bibliotecología médica, me decidí por la última sin saber si me gustaría o no, aún no tenía definida mi vocación profesional. Ahora, después de tantos años nunca me arrepentiré de haberla escogido.

Guardo muchos recuerdos especiales de compañeras y compañeros de trabajo. Martí dijo..."honrar honra"... y pienso que es oportuno nombrar a personas que en el plano profesional me han enriquecido con sus conocimientos, como: Pompeya García, quien fue la primera directora que tuvo la Biblioteca Médica Nacional cuando dejó de ser considerada la Hemeroteca Médica en el año 1970. De ella recibí mis primeras clases de ética profesional, cuando la oía decir... "un bibliotecario tiene que hablar en voz baja"... A Helena Domech Quevedo, Isabel Morales Bello, Elsy Cáceres Manso y Daysi del Valle Molina les debo mis ansias por alcanzar estudios superiores. En el caso de Helena, fue ella quien organizó un aula y fue profesora voluntaria de todos los que matriculamos el curso dirigido de la Universidad de La Habana para estudiar la Licenciatura en Información Científica Técnica y Bibliotecología. Repasaba metodología de la investigación todos los sábados a personal de nuestra red que venía hasta de otras provincias, y sin duda contribuyó notablemente a la superación y el desarrollo de muchas compañeras y compañeros.

Junto a Isabel publiqué mi primer trabajo científico como coautora, experiencia que resultó muy interesante para mí. El Dr. Jeremías Hernández Ojito me enseño a delimitar bien mis responsabilidades.

De él puedo asegurar que me dio una gran lección de dirección, cuando me enseñó que mientras que una tarea afecte a mi colectivo laboral, es a mí a quien compete seguir agotando todas las gestiones hasta lograr su solución, pues formo parte de ese colectivo y sus problemas, son los míos.

Esto, hoy lo trato de enseñar a las personas con quien me relaciono para trasladarles el amor por la profesión, que en este caso se revierte en responsabilidad ante el servicio que se brinda, y que no termina nunca hasta que el usuario muestre su plena satisfacción por la atención recibida.

No puedo olvidar en este recuento a una persona que considero ejemplo entre los directivos que han pasado por el centro, el Dr. Jehová Oramas Díaz, por su capacidad para escuchar y orientar a todos los que trabajamos con él, dedicarle a cada cual el tiempo necesario, y demostrar en todo momento que está dispuesto a contribuir a la solución de nuestras inquietudes y problemas, sin escatimar tiempo alguno.

Muchísimas, entre otras haber sido pionera junto a María Elena Rizo, en utilizar las primeras computadoras personales que fueron introducidas en nuestro centro alrededor del año 1984, lo que me convirtió en una apasionada de la computación en esa época. Posteriormente, haber liderado el proceso de transferencia del catálogo colectivo de publicaciones seriadas, de manual, a un sistema automatizado. Haber tenido la oportunidad de estar entre las primeras personas que trabajó junto a Pedro Urra González y Alberto Pedroso García al llegar éstos al centro, en las propuestas de mejoras de las versiones automatizadas siguientes del sistema Catal y finalmente en el diseño del sistema SeCiMed sobre web. También otra gran satisfacción que he tenido ha sido haber podido representar al CNICM en el año 1989 en la colaboración con BIREME en el inicio del proyecto Seriadas en Ciencias de la Salud (SeCS).

Darme cuenta cada día de cuanto me falta por aprender, pues en esta profesión, como en cualquier otra faceta de la vida, el aprendizaje es diario y constante.

A las nuevas generaciones de trabajadores les diría, que todo lo que hagan lo realicen con amor, pasión y profesionalismo, que estén abiertos al aprendizaje y a los nuevos retos. Que miren siempre la actuación de sus antecesores, que aprendan de ellos, que siempre van a ser una fuente de sabiduría apoyada por la práctica. Que en su paso por la vida traten de dejar una enseñanza, sólo así el hombre es imperecedero.