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En estos meses de julio y agosto el alma y el cuerpo se unen para realizar en primer término una sola petición: agua. Lo mismo para beber que para zambullirnos en una playa, una piscina o un río.
Si a esto le sumamos que en Ciego de Ávila, como en toda Cuba durante estos meses, niños, adolescentes y una buena parte de los jóvenes están de vacaciones, tenemos como resultado que estos lugares son visitados de manera habitual por ellos.
Ya sea en las piscinas ubicadas en la ciudad de Ciego de Ávila, las instalaciones de Campismo Popular o la playa de Bolivia, entre otras opciones, todas tienen un común denominador: garantizar la seguridad de los príncipes enanos.
Si bien en estos lugares de disfrute popular hay salvavidas que velan porque todo marche bien, los principales responsables de nuestros niños somos quienes los llevamos.
Con ellos hay que extremar las precauciones, no solo con los infantes, también, con los adolescentes. Con los primeros, porque sus cortos años no les permiten percatarse del peligro que corren.
Los segundos, porque a menudo se creen con más experiencia y acostumbran a competir entre ellos a ver quien nada hasta lo más profundo o más lejos, sin tener en cuenta los potenciales riesgos que representa el mar o un río. [Iraida Ma. Hernández Prado]
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Fuente: Periódico Invasor.
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