Doctor Gutiérrez: presencia indeleble en las ciencias médicas de Cuba
Lunes, 13 de marzo de 2006
No se puede hacer referencia a la historia de la medicina cubana en el siglo XIX sin mencionar la presencia científica y humana del doctor Nicolás José Gutiérrez y Hernández.
En los 90 años de su indeleble existencia (nació en La Habana el 10 de septiembre de 1800 y murió en esa urbe el 31 de diciembre de 1890) ocurrieron hechos que sustentan la aseveración anterior.
Antes de reflexionar sobre esos hechos considero oportuno compartir con los lectores de este espacio algunas de las incidencias más significativas acerca de la vida de este virtuoso hombre de ciencias.
El doctor Gutiérrez fue el hijo mayor entre sus 10 hermanos y se educó en la escuela de don Antonio Coello. Por atributos que disponía desde su misma infancia y gracias a los cuidados de su padre sobresalió entre sus condiscípulos, por lo cual obtuvo reiterados premios en los exámenes.
Su padre deseaba que se dedicara al estudio de leyes pero Gutiérrez, desde pequeño, había dado muestras de su interés por la medicina.
Cursando estudios de filosofía se abrió un curso de anatomía descriptiva en el Hospital Militar de La Habana, dirigido por el profesor José Antonio Tasso (médico genovés radicado en La Habana en años cercanos a 1814) y Gutiérrez no desaprovechó esa oportunidad martriculándose en el curso.
Su aplicación y entusiasmo por esos estudios provocaron la estimación del profesor italiano, quien lo llevó como ayudante cuando realizaba alguna intervención quirúrgica y lo encargó del cuidado de los enfermos.
Al terminar el aludido curso de anatomía descriptiva y práctica se ejecutó un examen y Gutiérrez obtuvo el premio de realizar estudios de medicina en Francia o España, que serían costeados por la Sociedad Económica de La Habana.
Sin embargo, esa notable opción no ocurrió y entonces Gutiérrez matriculó medicina en la Real y Pontificia Universidad. Transcurría el año de 1820 y como compensación la Sociedad Económica le obsequió algunos textos elementales de medicina.
Durante su educación médica Gutiérrez tuvo la oportuidad de recibir los conocimientos de reconocidos profesores, como Lázaro Riveiro (médico francés, graduado en Montpellier) y Andrés Píquer, profesor de Anatomía de la Universidad de Valencia.
Asimismo, de Agustín Encinoso de Abreu, Catedrático de Patología de la Universidad de La Habana, y Angel José Cowley, Catedrático de Terapéutica de ese mismo recinto de estudios.
En 1821, este destacado hombre de ciencias conquistó el título de Cirujano Latino en el Real Tribunal del Protomedicato por votación unánime.
Dos años después fue Bachiller en Medicina y en 1825 logró graduarse de médico. En ese propio año alcanzó el grado de Licenciado en Medicina primero y el de Doctor posteriormente.
GUTIÉRREZ, UN LUGAR CIMERO EN LAS CIENCIAS MÉDICAS
Varios hechos tienen una vinculación directa con Nicolás José Gutiérrez. Un ejemplo de ello fue lo que sucedió en 1826, cuando en unión del doctor Francisco Alonso trató de crear una academia de medicina.
Sin embargo, pasaron 34 años para que esta excelente iniciativa se hiciera realidad. Esto ocurrió el 6 de noviembre de 1860, cuando pudo fundar la Real Academia de Ciencias Médicas.
Vale apuntar que en el aludido período Gutiérrez contó con la colaboración de los doctores Tomás Romay y Ramón Zambrana, así como del General español José Gutiérrez de la Concha, quien fungió como Capitán General en Cuba durante tres etapas diferentes del siglo XIX.
Su impactante trayectoria científica también se relaciona con la docencia y la cirugía. A partir de 1831 imparte la enseñanza de Anatomía Descriptiva en el Real Hospital Militar y desde 1830 hasta 1839 se desempeña como Catedrático de Anatomía General en la Real Universidad.
En 1833 tuvo lugar en La Habana el azote del cólera anático. Gutiérrez fue convocado por el Tribunal del Protomedicato, junto al doctor Abreu, para hacer las autopsias en los cadáveres y para realizar la historia de aquella epidemia.
Inspecciona hospitales, cuarteles y fortificaciones e informa las consideraciones pertinentes para contrarrestar el terrible mal.
Llegó 1838 y es nombrado cirujano mayor del Real Hospital Militar de La Habana. Un año después abrió un curso de grandes operaciones de cirugía, el primero que se dio en la ciudad, con demostraciones en cadáveres.
En este quehacer realiza otros importantes aportes: ligadura de dos arterias femorales en un soldado (1841), debido a dos aneurismas en las corvas. Era la primera vez que se empleaba en La Habana el procedimiento de Anel para curar los aneurismas.
Durante ese año practicó una tenotomía para la curación de un pie deforme y en 1842 la ligadura de la ilíaca interna para resolver otro aneurisma en región glútea. Ambas intervenciones no tenían precedentes en la capital cubana de entonces.
Es prudente indicar que la activa participación de Gutiérrez no se circunscribe únicamente a la docencia y a la cirugía, pues a él le corresponde también la introducción en Cuba de la anestesia por cloroformo y del estetoscopio.
De igual forma, escribió y presentó una memoria en la Sociedad Económica acerca de la Utilidad e importancia del estudio de la química y su necesidad o no en la medicina.
Asimismo, fue el primero en aplicar la tintura de iodo para la curación del hydrocele, siguiendo el procedimiento de Velpeau y realizó similar empeño en relación con el tratamiento de Ricord contra la sífilis.
A ese listado de aciertos hay que agregar el empleo del vendaje inamovible aplicado en las fracturas.
Con justeza, tras la muerte de Tomás Romay, ocurrida en 1849, Gutiérrez escaló a un primer plano en la comunidad médica cubana.
Quizás alguien de nuestro medio pudiera pensar: ¿ los méritos de Gutiérrez se relacionan exclusivamente con la actividad médica?
La respuesta es negativa y vale decir, por ejemplo, que fue el fundador del Repertorio Médico Habanero (1840) primera revista médica procesada en nuestro país.
Asimismo, en 1824, lo nombraron corresponsal de la Sociedad Médicoquirúrgica de Cádiz y en ese propio año ingresó en un curso de Botánica con el profesor español Ramón de La Sagra, que se extendió hasta 1829.
Trabajó preparaciones anatómicas en cera e hizo una donación al Real Hospital Militar en 1834 y cuatro años más tarde, con el apoyo de algunos conciudadanos y profesores, creó una biblioteca en la propia institución de salud.
El doctor Eduardo Plá, biógrafo de Nicolás José Gutiérrez, expresó que "este prócer cubano, a fuerza de constancia, ha enaltecido el sacerdocio médico y ha conquistado el amor de los presentes y la veneración de la posteridad. "
Pienso que sí, efectivamente, esa es la justa dimensión con la que hoy identificamos a este genuino precursor de las ciencias médicas de Cuba.